Páginas

lunes, 28 de noviembre de 2011

El Amor como maestro

 
El Amor como maestro reconoce que el aprendiz se está educando, y que
por lo tanto tiene derecho a equivocarse. Considera que los errores
necesitan corrección. Y hace comprender al aprendiz que la razón por
la que los errores se consideran tales, es porque le ocasionan
sufrimiento a él (o ella) y a sus semejantes.

El miedo como maestro, por otra parte, no reconoce el derecho a
equivocarse por parte del aprendiz. Considera los errores como
permanentes y punibles; esto es, ve en lo que no es perfecto todavía
una necesidad de castigo, y no una necesidad de corrección.

Hace un tiempo ya, que considero que el Padre-Madre ama a sus hijos. Y
que no quiere que sufran. Una sola indicación me parece consistente
en todos los mandamientos e indicaciones espirituales que he escuchado
o leído:

NO SUFRIRÁS.

Y esto incluye, desde luego, no atormentarnos en el momento presente,
haciendo de él una pesadilla cuando podemos convertirlo en un sueño
hermoso. No tenemos porqué pintar un cuadro que nos haga gritar
horrorizados cuando podemos plasmar los deleites de nuestro interior
en una imagen. Los pinceles del tiempo y el lienzo del espacio son los
regalos que el Creador nos da para expresar nuestro arte; aquello que
decidimos crear, es una expresión pura de nuestra voluntad y nuestra
intención. No hay un mundo exterior que no haya sido creado por un
artista.

Se podría agregar que se debería tener cuidado en la clase de
semillas que se siembran, por que las semillas tienen la insidiosa
tendencia de convertirse en árboles. No vale la pena vivir en un
huerto (nuestra vida) en el que hemos sembrado acciones dañinas o
palabras que no quisimos decir.

Y, al reconocer que TODOS SOMOS UNO porque respiramos el mismo aire y
sentimos el mismo sentimiento, no deberíamos hacer sufrir a los
demás, porque el dolor con el que creemos aguijonear a su cuerpo,
está en realidad carcomiendo nuestro corazón.

No hay nada que no haya sido creado por un artista. Y si no te gusta
la obra que ven tus ojos o la sinfonía que escuchan tus oídos, sólo
tienes que hacer algo: crear otra cosa. Y dado que ya tienes los
elementos (el tiempo, el espacio y tu voluntad) lo único que tienes
que hacer para cambiar la obra es cambiar la intención: purificar lo
que tu corazón siente o quiere, de forma que la maravilla que exprese
en el exterior sea una extensión de la maravilla que habita en tu
interior.

Es verdad que antes de la creación externa hay una creación interna.

Yo enseño algo más: que antes de la creación interna hay una
intención. Y que si la intención es pura y limpia, servirá de guía
no sólo para la creación externa, sino también para la interna. He
mencionado esto de forma muy sucinta.

Para cambiar nuestra vida hemos de tomar las enseñanzas de un
maestro.

Sin importar nombres, formas, ideologías, dioses, latitudes o
tiempos, todo lo que aprendemos es siempre enseñado por uno de dos
maestros:

El Amor o el miedo.

Arriba mencioné algunas características de ambos, y aún mencionaré
más; pero antes quiero hacerte conciente de algo de suma importancia.

No es el maestro quien te escoge a ti.

Eres tú quien escoge al maestro.

Eres tú quien elige cobijarse debajo de las arpías, los buitres, los
castigos, los rechazos y las leyes escondidas que se vuelven sólo
para lastimarte cuando no quisieron mostrarte su rostro y presentarse.
Eres tú quien elige vivir asustado, con ojos trémulos y respiración
entrecortada creyendo que entiendes cuando en realidad sólo escapas.
Creyendo que participas cuando sólo complaces. Creyendo ver amistad
dónde sólo obtienes esclavitud. Creyendo ganarte la salvación a
precio de sufrimiento cuando de lo que se te tiene que salvar es del
sufrimiento, precisamente.

Eres tú quien elige acariciar la presencia con sonrisas, ante el
cálido abrazo de quien alimenta a todos. Ni todo el miedo del mundo
ha podido nunca contra él, porque es Él la presencia que te
sostiene, y es Él la constante que buscas con tus medios
disparatados. Es la suavidad que se respira, el maestro que ve en el
error la oportunidad de perfeccionar el arte. El Amor que alimenta. La
Sabiduría que nos ayuda a evitar dolor para otros y para nosotros
mismos.

Nosotros lo elegimos. Y decimos que es Dios quien nos asusta, o que
todos estos castigos auto-infligidos son en su honor. ¿Podrían ser
el castigo y el sufrimiento una ofrenda digna del Señor del Perdón y
la Paz?

Toma el amor como Maestro y te darás cuenta de que el dios en el que
creíste alguna vez era solamente una imagen que parecía justificar
el inmenso miedo que ya sentías.

Dicho esto, quiero decir una cosa más.

El aprendizaje es cambio.

Aún tomando al Amor como maestro, aprender sigue siendo la
responsabilidad del aprendiz. De otra forma no sería aprendiz,
¿cierto?

Sigue siendo su responsabilidad cambiar.

Sigue siendo nuestra responsabilidad actuar sin miedo. Sacar lo
sagrado de los altares y comenzar a vivirlo. Es éste el verdadero
respeto que merece todo lo Divino: que se use y se perfeccione, antes
que dejar que se olvide y se oxide en la lejanía de un altar que
sólo sirve para creer que lo virtuoso está separado de nosotros.

Vive sin miedo y comete errores.

Perdónate todos los errores que cometas. Inmediatamente.

Pero cambia. No te hagas daño. No se lo hagas a los demás. Eres un
aprendiz, por lo tanto aprende.

Pero cobíjate en el amor.

Ofrécele ese manto a todos aquellos compañeros que caminen contigo.

Deja que la caricia de este Sol nos toque a todos.

Recibe un abrazo fraternal.