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lunes, 21 de marzo de 2016

Los Discursos de Jesús – Extracto de Documento 140 – El Libro de Urantía El Sermón del Monte –


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Entonces habló Jesús, diciendo: “Ahora, que ya sois embajadores del Reino de mi Padre, ingresáis en una clase separada y distinta de todos los otros hombres de la tierra. Ya no sois hombres entre los hombres, sino que seréis, entre las criaturas ignorantes de este mundo en tinieblas, ciudadanos esclarecidos de otro país, un país celestial. Ya no basta que viváis como habéis vivido antes de este momento, sino que en adelante debéis vivir como lo que han probado la gloria de una vida mejor y han sido enviados de vuelta a la tierra como embajadores del Soberano de este Mundo Nuevo y Mejor.
Más se espera del maestro que del alumno; del amor más se exige que del siervo. De los ciudadanos del Reino Celestial, más es requerido que de los ciudadanos del gobierno terrestre. Algunas de las cosas que estoy a punto de deciros os parecerán duras, pero vosotros habéis elegido representarme en el mundo, así como yo ahora represento al Padre; y como mis representantes en la tierra, estaréis obligados a acatar las enseñanzas y prácticas que relejan mi ideal de vida mortal en los mundos del espacio, y que ejemplifico en mi vida terrestre de revelación del Padre que está en los cielos.
Os envío a que proclaméis la Libertad a los cautivos espirituales, la Felicidad a los que están encadenados por el temor, y a que curéis a los enfermos, según la Voluntad de mi Padre en los Cielos. Cuando encontréis a mis hijos en aflicción, hablad palabras de aliento, diciendo:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, los humildes, porque de ellos serán los tesoros del Reino del Cielo”.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de rectitud, porque ellos serán saciados”.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”.
“Bienaventurados los limpio de corazón, porque ellos verán a Dios”.

Y aún así, hablad a mis hijos estas otras palabras de consuelo y promesa espiritual:

“Bienaventurados los que están de luto, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán el Espíritu del regocijo”.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia”.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
“Bienaventurados los que son perseguidos por causa de su rectitud, porque de ellos es el Reino del Cielo. Bienaventurados seréis cuando os vituperen y os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros falsamente. Alegraos y gozaos porque grande será vuestro galardón en los cielos”.
“Hermanos míos, así como yo os estoy enviando, vosotros sois la sal de la Tierra, la sal con gusto de salvación. Pero si la sal ha perdido su gusto, ¿con qué se le salará? Ya no sirve para nada más que para ser arrojada y pisoteada por los hombres”.
“Vosotros sois la Luz del Mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se pude esconder. Ni tampoco se enciende una Luz y se la pone debajo de un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos lo que están en la casa. Brille así vuestra Luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y los guíe a glorificar a vuestro Padre que está en los cielos”.
“Os envío al mundo para que me representéis y actuéis como embajadores del reino de mi Padre, y así como salís para proclamar la buena nueva, poned vuestra confianza en el Padre, cuyos mensajeros sois. No resistáis las injusticias por la fuerza; no coloquéis vuestra confianza en el poder de la carne. Si vuestro prójimo os golpea en la mejilla derecha, ponedle también la otra. Preferid sufrir una injusticia a poner pleito entre vosotros. En Bondad y con Misericordia ministrad a todos los desconsolados y a los necesitados”.
“Yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced Bien a los que os odian, Bendecid a los que os maldicen, y Orad por los que os ultrajan. Y todo lo que vosotros creáis que haría yo para los hombres, hacedlo vosotros”.
“Vuestro Padre en los Cielos hace brillar el sol sobre malvados al igual que sobre buenos; del mismo modo él envía lluvia sobre justos e injustos. Vosotros sois los Hijos de Dios; aún más, sois ahora los embajadores del Reino de mi Padre. Sed misericordiosos, así como Dios es misericordioso, y en el eterno futuro del reino seréis perfectos, así como vuestro Padre celeste es perfecto”.
“Se os ha encomendado para salvar a los hombres, no para juzgarlos. Al final de vuestra vida terrestre, todos vosotros esperaréis misericordia; por ello, os pido que durante vuestra vida mortal mostréis misericordia hacia todos vuestros hermanos en la carne. No cometáis el error de quietar la mota del ojo de vuestro hermano cuando hay una vida en el vuestro. Quitad primero la vida de vuestro ojo y así podréis ver mejor para quitar la mota del ojo de vuestro hermano”.
“Discernid claramente la Verdad; vivid sin temor la vida recta; y así seréis mis apóstoles y los embajadores de mi Padre. Habéis oído que se ha dicho: “Si el ciego conduce al ciego, ambos caerán al abismo”. Si queréis guiar a otros al reino, debéis vosotros mismos caminar en la Luz clara de la Verdad Viviente. En todos los asuntos del Reino os exhorto que mostréis juicio justo y Sabiduría sagaz. No presentéis lo que es santo a los perros, ni hagáis los culpables de echar vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que pisoteen vuestras gemas y se vuelvan y os despedacen”.
“Os pongo en guardia contra los falsos profetas que vendrán a vosotros vestidos de oveja, mientras por dentro serán como lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Recogen los hombres uvas de las espinas o higos de los cardos? Así pues todo buen árbol da buen fruto, pero el árbol corrupto da fruto malo. Un buen árbol no puede dar fruto malo, ni puede un árbol corrupto producir fruta buena. Todo árbol que no da buen fruto ha de ser arrancado y arrojado en el fuego. Para entrar al reino del Cielo, el motivo es lo que cuenta. Mi Padre mira dentro del Corazón de los hombres y juzga por su deseos íntimos y sus intenciones sinceras”.
“En el gran día del juicio del reino, muchos me dirán, ¿No profetizamos en tu nombre y en tu nombre hicimos muchas obras maravillosas? Pero yo me veré obligado a decirles, “Yo nunca os conocí; apartaos de mi vosotros, falsos maestros”. Pero todo el que escuche este encargo y ejecute sinceramente su misión de representarme ante los hombres, así como yo he representado a mi Padre ante vosotros, hallará entrada abundante en mi servicio y en el Reino del Padre Celestial”.
Los apóstoles no habían oído nunca antes a Jesús hablar de este modo, pues les habló como aquel que tiene autoridad suprema. Descendieron de la montaña al atardecer, pero nadie preguntó nada a Jesús.

Fuente: Extractos de Documento 140 – El libro de Urantía
En Amor y Servicio Incondicional,
Viviana Rodriguez Cortejarena – www.vivianarodriguez.com