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lunes, 17 de marzo de 2014

MATIAS DE STEFANO -Somos individuos que tememos a la soledad, pero que a la vez, nos aterra la conexión. ¡Qué tonto era y sigo siendo! ¡Al aún creer que el amor era algo que debía yo crear con otros! La larga soledad, me había hecho creer que todo surgía de mí, cuando en realidad, yo había surgido del todo. Matías De Stefano - 09/03/2014

 
 
GRACIAS MATIAS.............. Somos individuos que tememos a la soledad, pero que a la vez, nos aterra la conexión. ¡Qué tonto era y sigo siendo! ¡Al aún creer que el amor era algo que debía yo crear con otros! La larga soledad, me había hecho creer que todo surgía de mí, cuando en realidad, yo había surgido del todo.
Matías De Stefano - 09/03/2014

Podríamos decir que narrativamente es "un cuento" o "una fábula"... pero no! son palabras expresadas por Matías en el día de ayer mientras esperaba una vez más... Unirse a la red!
El estaba buscando las palabras adecuadas para contar la historia de UNIDOS! para que todos sepamos nuestra labor en Junio... cuando su narración se desvió escribiendo el siguiente relato de su experiencia en Monte Shasta. Qué lo disfruten!!!

...Arrodillado sobre el mullido pasto del bosque, que se hacía sentir fresco por la brisa proveniente de la cima pálida de Shasta, observé la clave de un mensaje que se hacía respuesta tanto en mi interior, como en claridad para muchos, y que yacía en la paciencia de un ser diminuto, que entre las profundas grietas de las raíces de una secuoya, tentaba a hablarme en un lenguaje sin palabras, pero que supe comprender.
Allí estaba, la dama de negro, con ocho extensas patas, inmóvil, esperando un milagro, en medio de su magnífica creación. La pequeña araña no se movió, pero su figura estática trasmitía una historia que al principio fui incapaz de recolectar. Entre sus patas, una maravillosa red se extendía entre las cortezas del árbol, trampa temida por muchos, pero de incalculable valor.
En mi interior, un leve temor hizo que aflorase en mi piel una sensación de asco, que producía una inconsciente reacción de deseo de distanciamiento, protegiéndome de la araña. Pero de repente, mi conciencia tomó posesión de mi estado, y reconoció en el hecho un temor mucho más profundo: la Conexión.
Somos individuos que tememos a la soledad, pero que a la vez, nos aterra la conexión. La red, esa bella telaraña, representaba frente a mí la conexión con todo lo que existe, provocándome un gigantisismo esquizoide, en el cual todo, de repente, cobraba importancia, una importancia que había negado hasta el momento, y que me hacía a mí, responsable de mis actos, de mis movimientos y pensamientos… Ahora, yo era una mosca temerosa, que temía ser devorada por la Red, en la que cada movimiento, me conduciría a un destino. No importaba dónde esta red me atrapara, sus hilos conducirían mi movimiento en todas direcciones, generando una reacción que afectaría a todo, a mi destino, al de todos los que estuviesen en la red.
Debía, pues, ser cuidadoso, y supe que no estaba solo, que mi vuelo inconsciente tarde o temprano se toparía con una red, y esa red, nos uniría a todos.
La araña, estática, no se percató de mi presencia, y dejé de mirarla con temor, más bien, pude verla con sabiduría, con honor y gratitud. La araña, era la Tierra.
Nuestro mundo yace en el centro de una gran Red que conecta todo el Universo. Permanece en silencio, pero cada uno de sus movimientos, condicionan a toda la red a su alrededor. Cuando tomamos conciencia de esto, podemos comprender que cada uno de nosotros, es una estrella conectada a las estrellas en el firmamento, y que mi andar, condiciona su brillo de la misma forma que su luz condiciona mi persona. Esta conciencia, implica una Gran Responsabilidad.
Los antiguos se descubrieron envueltos en esta gran red, y sabían que sus actos transformaban los mundos más impensados, y que dichos mundos, también condicionaban el nuestro. Para que haya equilibrio, unieron el Cielo y la Tierra mediante portales de información, donde los códigos de la Red eran decodificados, para ser aplicados en la sociedad. Creamos nuestra propia tela de arañas, reconociéndonos Unidos.
Los sabios sabían, que si un acto de mal ocurría, no sólo afectaría a todos en la red, si no que dicho acto, había sido ocasionado por un previo e incómodo movimiento de todos hacia aquel punto de conflicto. Como las olas en el mar, cada onda genera una reacción que produce otra ola. Estamos Unidos, y en la Verdad, no hay malo, ni bueno, no hay negro ni blanco, no hay arriba ni abajo, sólo ondas, sólo una inmensa red de frecuencias que se co-crean entre sí incesantemente… y allí radicaba el temor a las Arañas.
La gente teme a las arañas de la misma forma que teme a comprender que sus actos mueven el mundo. La responsabilidad es espeluznante, sentirla es semejante a sentir el paso de una araña en nuestra piel: sigilosa, cada paso se hace sentir en todo el cuerpo.
Mi temor a las arañas, era mi gran temor a la conexión con el todo, a dejarme llevar por la red.
La dualidad, es más simple, pues la escapatoria está en generar las fuerzas de opresión contra el opuesto, y el objetivo es derrumbarlo, consiguiendo la victoria. Es allí donde los sabios desaparecieron y las sociedades se extendieron buscando la conquista de las fronteras. La humanidad comenzó a criarse en la creencia de la superación por sobre el otro, olvidando que todo estaba conectado de tal forma, que la opresión que generamos en nuestro frente contra lo opuesto, genera una extensa ola, que no muy tarde, nos golpeará por la espalda. El ciclo, el fractal, la extensión circular de la red brillaba en el rocío de la hierba fresca de la ladera de Shasta.
Unidos era la primera clave… todos estamos Unidos. No hay Victoria, no hay Gloria, no hay opuestos, éstos son solo los reflejos holográficos que nos dan la seguridad de saber dónde estamos parados.
Y allí, escondido, se hallaba el amor… esa extraña sensación en que extasiaba a mi temor. La soledad, me hacía desear estar completo, y la plenitud, me alteraba al punto de no poder sostenerme. El punto medio, era la araña, la Tierra, allí, el amor era estático, paciente y sereno. El amor era al principio un temor… un temor al que todos anhelamos: enamorarse; es en sí un temor a perder la sensación de amar, cuando en realidad el amor, siempre es, no aparece, ni desaparece… está allí, en cada leve vibración que nos conecta a todo, en la maravillosa red, esperando a que alguien lo mueva, pero siempre estaba allí. ¡Qué tonto era y sigo siendo! ¡Al aún creer que el amor era algo que debía yo crear con otros! La larga soledad, me había hecho creer que todo surgía de mí, cuando en realidad, yo había surgido del todo.
Ahora estaba dispuesto a reencontrarme como parte de la Red.
Matías De Stefano