Todos colaboramos para
crear la Nueva Tierra, empezando por nuestras
realidades cotidianas, desde lo más pequeño
hasta lo más grande. Pequeños actos, pequeños
resultados que se suman para generar algo más
grande: una
nueva manera de vivir y de
relacionarse, un sistema basado
en el amor y en el respeto, en el que cada ser humano
aporta lo mejor de sí
mismo.
Cada familia, cada
empresa se sustenta en la unidad, y así sus
componentes colaboran para que esa unidad se
mantenga, entregándose cada
uno a su función, sin
competitividad, siendo
respetuosos con ellos mismos y con el otro, para
comprenderse y apoyarse mutuamente cuando sea
necesario.
La colaboración es el valor
que nos impulsa a ofrecer lo mejor
de nosotros mismos en beneficio de la
unidad. Cuando eso sucede, todas
las partes implicadas disfrutan. La lucha de
egos queda atrás; pertenece a la energía de la
vieja Tierra, que ya se va. En la Nueva Tierra
todos somos conscientes de la necesidad de
colaborar para volver al mundo más humano, más
amoroso, honesto y leal a los principios que
nacen del corazón.
Esos principios hablan
de amor incondicional, que es la frecuencia
hacia la que avanzamos paso a paso. No se trata de
perder la individualidad, sino de ponerla al
servicio de la unidad. Eso se
logra sólo siendo uno mismo, desempeñando la
labor que el alma anhela manifestar y observando
todo lo que sucede desde la perspectiva del
amor, que es la del alma. Ella comprende y
respeta, abraza e ilumina, se expande cuando la
mente le permite ser.
Colaborar para
crear la Nueva Tierra es atreverse a ser uno
mismo desde el corazón y ayudar para que los
demás puedan serlo también. Esa
ayuda puede manifestarse en actos, pensamientos
y palabras o únicamente con el propio ejemplo,
que funcionará como un potente activador. Cuando
uno recupera la alegría y la paz interna puede
mostrar el camino a los
demás.
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