MIS AMADOS SEGUIDORES

viernes, 27 de septiembre de 2013

EL AMOR POR JIDDU KRISHNAMURTI


  

 09 Agosto 2013  


¿Qué es el amor? Todo el mundo habla del amor: todos los periódicos, todos los diarios y los misioneros hablan de un amor eterno “Yo amo a mi país, amo a mi rey, amo tal libro, amo esta montaña, amo el chocolate, amo el placer, amo a mi mujer, amo a Dios” ¿El amor es una idea? En ese caso se puede cultivarlo, alimentarlo, quererlo, promoverlo, deformarlo de todas las maneras. Porque no encontramos solución al amor entre humanos, recurrimos a las abstracciones.

El amor podría bien ser la última solución a todas las dificultades de los hombres entre ellos, a sus problemas, a sus penas, pero ¿cómo tomarlo nosotros, para saber lo que es? ¿Definiéndolo? La Iglesia lo define de una manera, la sociedad de otra, y hay, además, toda clase de desviaciones y de perversiones: adorar a alguien, acostarse con alguien, intercambiar las emociones, vivir en compañía, ¿es eso lo que llamamos amor? Pero sí, es eso, y esas nociones son desgraciadamente, tan personales, tan sensuales, tan limitadas que las religiones se creen obligadas de proclamar la existencia de un amor trascendental. En lo que ellas llaman el amor humano, ellas constatan el placer, los celos, un deseo de afirmarse, de poseer, de captar, de dominar, de intervenir, en el pensamiento del otro, y viendo toda esta complejidad, ellas afirman que existe otro amor, divino, sublime, infrangible, impoluto. Los hombres santos, en todas partes en el mundo, sostienen que mirar una mujer está mal, que es imposible acercarse a Dios si se complace en relaciones sexuales; y, siendo así, ellos reprimen sus deseos que los devoran, negando la sexualidad, se tapan los ojos y se arrancan la lengua, ya que niegan toda la belleza de la tierra. Ellos han padecido hambre en su corazón y su espíritu. Son seres deshidratados, han prohibido la belleza porque la belleza está asociada a la mujer.

¿Se puede separar el amor en sagrado y profano, divino y humano, o es indivisible? ¿Se refiere a una persona y no al total? ¿Cuando se dice: “yo te amo”, eso excluye el amor por otros? ¿El amor es personal o impersonal? ¿Moral o inmoral? ¿Está reservado a la familia? ¿Y si se ama a la humanidad, se puede amar una persona? ¿Es un sentimiento? ¿Una emoción? ¿Un placer? ¿Un deseo? Todas estas preguntas indican, no es verdad?, que tenemos ideas a propósito del amor, ideas sobre lo que debería ser o no ser, en suma un criterio o un código elaborado por la cultura a la cual pertenecemos. Para ver claro en esta cuestión, tenemos que, pues, previamente, liberarnos de las incrustaciones de siglos, poner a un lado todos los ideales e ideologías a propósito de lo que tiene o de lo que no tiene que ser el amor. Crear una separación entre lo que es y lo que debería ser, es la manera más ilusoria de considerar la vida. ¿Cómo sabré yo lo que es esta flama que se llama amor? Yo no busco saber cómo expresar el amor, pero quiero comprender en qué consiste. Yo comienzo pues por apartar todo lo que me han dicho al respecto las Iglesias, la sociedad, mis padres, mis amigos. Y todas las personas que he encontrado y los libros que he leído, ya que es por mí mismo que quiero saber.

He aquí pues un enorme problema, que engloba la humanidad toda entera. Ha habido miles de maneras de definirlo y yo mismo estoy tomado en la red de las cosas que me gustan y de las que disfruto en el instante. ¿No debería, para comprender este problema, comenzar por liberarme de mis inclinaciones y de mis prejuicios? Heme aquí en un estado de confusión, desgarrado por mis deseos, y me digo: comienza por vaciarte de esta confusión; entonces, quizá, descubrirás lo que es el amor, por medio de lo que él no es. El Estado nos dice de ir a matar por amor a la patria. ¿Es eso, el amor? La religión nos dice de renunciar, a nuestra sexualidad por amor a Dios. ¿Es eso el amor? El amor es deseo? ¡No digan no! Lo es para la mayoría de nosotros: es un deseo y su placer, el placer de los sentidos, del apego sexual, de una plenitud. No estoy en contra de las prácticas sexuales, pero vean lo que ellas implican: ellas los ponen momentáneamente en un estado de total abandono de ustedes mismos, y cuando ustedes se encuentran sumergidos en vuestros desórdenes habituales, desean que se repita todavía este estado en el cual ustedes no tenían preocupación, ni problemas, ni de mí. Ustedes pretenden amar a vuestra mujer. Este amor comprende un placer, placer de tener a alguien en la casa para ocuparse de vuestros hijos, para cocinar. Ustedes tienen necesidad de esta mujer que les ha dado su cuerpo, sus emociones, su apoyo, un cierto sentido de seguridad y de bienestar. Después ella se desvía de ustedes, por problemas, o para partir con otro, y todo vuestro equilibrio se destruye. Esa contrariedad, ustedes la llaman celos; comporta un sufrimiento, una inquietud, odio, violencia. Lo que en realidad ustedes dicen a vuestra mujer es: “Cuando usted me pertenece yo la amo, desde el instante en que no me pertenece más yo la odio. Mientras pueda contar con usted para satisfacer mis exigencias sexuales y otras, yo la amo, desde que usted cesa de proveerme lo que yo pido usted me desagrada”. Y ya está creado entre ustedes dos un antagonismo y una separación que excluyen el amor. Sí, no obstante, ustedes pueden vivir con vuestra mujer sin que el pensamiento cree esos estados contradictorios, sin mantener en ustedes mismos esas querellas perpetuas, entonces quizá, puede ser, sepan lo que es el amor, y serán libres, y ella lo será también, ya que somos esclavos de la persona de la que dependen nuestros placeres.

Así cuando se ama, hay que ser libre, no solamente de la otra persona, sino con respecto a sí. El hecho de pertenecer a alguien, de ser alimentado psicológicamente por esta persona, ese estado de dependencia, comporta siempre la inquietud, los temores, los celos, un sentido de culpabilidad. El miedo excluye el amor. Un estado doloroso, sentimental o emocional, el placer y el deseo no tienen nada de común con él. El amor no es un producto del pensamiento. El pensamiento, que es el pasado, no puede cultivarlo. El amor no puede estar cercado en el campo de los celos. Los celos son el pasado y el amor, el presente activo. Las palabras “yo amaré”, o “yo he amado” no tienen sentido. Si se sabe lo que es amar, no se es tributario de nadie. El amor no obedece. Está fuera de las nociones de respeto o de familiaridad. ¿No saben lo que quiere decir amar realmente a una persona, sin odio, ni celos, ni cólera, sin querer mezclarse con lo que ella hacer o piensa, sin condensación ni comparación? ¿No lo saben? ¿Cuando se ama, se compara? ¿Cuando se ama de todo corazón, de todo su cuerpo, de su ser entero, se compara? Cuando se abandona totalmente a este amor, el otro no está. En realidad, no se nos ama, porque nosotros no sabemos amar. ¿El amor tiene responsabilidades, y deberes, y se sirve de esas palabras? ¿Cuándo se trata por deber, hay amor?
¿La noción de deber no lo excluye? La estructura del deber encarcela al hombre y lo destruye. Mientras que se obligue a actuar por deber, no se ama lo que se hace. El amor no comporta ni deber ni responsabilidad. La mayoría de los padres se sienten, desgraciadamente, responsables de sus hijos, y ese sentido de responsabilidad los empuja a decirles lo que deben hacer, lo que no deben hacer, lo que deben volverse. Los padres quieren que sus hijos tengan una situación, se “sitúen” en la sociedad. Lo que ellos llaman responsabilidad forma parte de esta “respetabilidad” por la cual ellos tienen culto, y me parece que ahí donde está esta respetabilidad, no hay amor. Ellos aspiran, de  hecho, solo a volverse perfectos burgueses. Cuando ellos educan a sus hijos en vista de “adaptar” los a la sociedad, perpetúan los conflictos, las guerras, la brutalidad. ¿Es eso que ustedes llaman protección y amor? Proteger la infancia con amor, es comportarse a la manera de un jardinero que cuida sus plantas, las riega, estudia con dulzura y ternura sus necesidades, la tierra que les conviene mejor. Pero cuando ustedes preparan a sus hijos a estar “adaptados” a la sociedad, los preparan a hacerse matar. Si ustedes amaran vuestros hijos, no tendrían guerras.

Cuando se pierde a un ser amado, se vierten lágrimas, ¿son ellas por ustedes, o por la persona que acaba de morir? ¿Ustedes lloran por ustedes mismos o por alguien? ¿No han llorado acaso por quien sea? ¿No han llorado acaso por vuestro hijo muerto en un campo de batalla? Han llorado, desde luego, pero ¿era porque ustedes se tuvieron lástima o porque un ser humano había sido muerto? Si se lo llora porque se tiene lástima, esas lágrimas derramadas sobre sí no tienen ningún sentido. Si se llora porque se es privado de una persona en quien se ha colocado mucho afecto, es que eso no era afecto. Cuando ustedes lloran vuestro hermano que eso sea, pues por él. Es fácil llorar por ustedes pensando que él ha partido. En apariencia, ustedes lloran porque vuestro corazón está herido, pero no es por vuestro hermano que ustedes sufren, es por ustedes, ya que ustedes se tienen lástima, y esta lástima los endurece, los repliega sobre ustedes mismos, los vuelve insignificantes y estúpidos. ¿Llorar sobre sí, es amor? Llorar por soledad, porque se ha sido abandonado, o porque se ha perdido su prestigio, o porque se compadece del destino o porque se acusa la mitad, son siempre ustedes mismos en llantos. Compréndanlo, entren también directamente en contacto con esta realidad que si ustedes tocan un árbol, un pilar, una mano, y verán que este dolor es auto engendrado, que es producido por el pensamiento. El dolor es el producto del tiempo.

“Yo tenía un hermano, hace tres años, ahora ha muerto, y heme aquí, afligido, sin persona que venga a consolarme y a hacerme compañía, y es eso que me llama las lágrimas a los ojos”: es todo eso que ustedes pueden ver producirse en ustedes desde que lo observan; pueden verlo completamente, totalmente de una sola ojeada, sin tomar tiempo para analizarlo. Se puede ver en un instante toda la estructura y la naturaleza de esta pobre pequeña cosa llamada el “mi”, con sus lágrimas, su familia, su nación, sus creencias, su religión, con toda esta fealdad: todo eso está en nosotros, y cuando se lo ve de lo más profundo del corazón y no por el intelecto solo, se tiene la llave que poner fin al dolor. El sufrimiento y el amor no pueden ir a la par, pero en el mundo cristiano se ha idealizado el dolor. Se lo ha puesto sobre una cruz y se lo adora, entendiendo por eso que es imposible de escapar de eso, salvo por esta puerta particular. Tal es toda la estructura de una sociedad que explota religiosamente.

Cuando se pregunta lo que es el amor, sucede que se esté demasiado asustado por la respuesta para aceptarlo, ya que ella puede provocar una conmoción completa, romper los lazos familiares. Se puede descubrir que no se ama a su mujer, su marido, sus hijos. (¿Los aman ustedes?), se puede ir hasta demoler el edificio que se ha construido alrededor de sí, no ir nunca más al templo. Si, a pesar de eso, ustedes quieren saberlo, verán que el miedo no es el amor, que los celos no son el amor, que la posesión y la dominación no son el amor, que la responsabilidad y el deber no son el amor, que tenerse lástima no es el amor, que el gran sufrimiento de no ser amado no es el amor. El amor no es tampoco lo opuesto al odio como la humildad no es lo opuesto a la vanidad. Si así pues pueden eliminar todas estas cosas, no por la fuerza sino haciéndolas desaparecer a la manera en que la lluvia lava la hoja cargada de polvo de numerosos días, quizá reencuentren esta extraña flor a la cual, siempre, los hombres aspiran. Mientras que no tengan amor, no en pequeña dosis sino en gran abundancia, mientras que no estén llenos de él, el mundo irá hacia los desastres. Ustedes saben, cerebralmente, que la unidad del hombre es esencial y que el amor es la sola vía, pero ¿quién les enseñará a amar? ¿Acaso alguna autoridad, algún método, algún sistema les dirán cómo amar? Si quien sea se los dice, eso no es el amor. ¿Pueden decir: yo me ejercitaré para amar; yo pensaré día tras día, yo me entrenaré a ser dulce y caritativo, me esforzaré en inclinarme a los otros? ¿Pueden decirme verdaderamente que ustedes se disciplinarán, que aplicarán vuestra voluntad a amar? Si ustedes lo hacen el amor huirá por la ventana. Por la práctica de algún método o de algún sistema en vista de adquirir amor, ustedes pueden volverse extraordinariamente hábiles o un poco más condescendientes o conseguir un estado de no-violencia, pero todo eso no tendría ninguna relación con el amor.

En el desgarrador desierto de este mundo, el amor está ausente, porque el placer y el deseo juegan los roles principales. Sin embargo, sin amor la vida cotidiana no tiene ningún sentido. Y no puede existir amor sin belleza. La belleza no está en lo que se ve: no es esa  de la que se dice: es un bello árbol, un bello cuadro, un bello edificio, una bella mujer. Solo hay belleza cuando el corazón y el espíritu saben lo que es el amor. Sin el amor  y sin esta belleza, no hay virtud, y ustedes saben muy bien que, sea lo que fuere que hagan, que mejoren la sociedad, o alimenten a los pobres, ustedes no harán más que añadir al caos, ya que sin amor solo hay fealdad y pobreza en vuestro corazón y vuestro espíritu. Pero con la presencia del amor y de la belleza, todo lo que se hace está bien hecho, ordenado, correcto. Si se sabe amar, se puede hacer lo que se quiere porque eso resolverá todos los otros problemas. Llegamos al punto siguiente; ¿se puede entrar en contacto con el amor sin disciplinas, ni imposiciones, ni libros sagrados, ni socorro de guías espirituales, e incluso sin intervención del pensamiento? ¿Encontrarlo en suma, a la manera por la cual se divisa de repente una buena puesta de sol? Una cosa me parece que es necesaria a tal efecto: una pasión sin motivo, una pasión no comprometida, y que no sea de orden sensual.
No conocer esta calidad de pasión es no saber lo que es el amor, ya que el amor solo puede nacer en un total abandono de sí. Buscar el amor –o la verdad- no es el hecho de un espíritu realmente apasionado. Encontrarse con el amor sin haberlo buscado es la única manera de encontrarlo, encontrárselo sin esperarlo, no como resultado de esfuerzos, ni porque se lo ha adquirido de la experiencia. Un amor tal no es tributario del tiempo, es a la vez personal e impersonal, se dirige a la vez al individuo y al total. Parecido a la flor que tiene su perfume, se puede deleitarse de él o pasar a otra. Esta flor es para todos, al igual que para el que se toma la molestia de respirarla profundamente y de mirarla con alegría. Que o sea muy cerca de ella en un jardín, o que sea alejado, eso le importa poco a la flor, ya que ella está llena de su perfume y lo comparte con todo el mundo. El amor es siempre nuevo, fresco, vivo. No tiene ayer ni mañana. Está más allá de las peleas que engendra el pensamiento. Solo el espíritu inocente sabe lo que es el amor y un espíritu inocente puede vivir en este mundo que no es inocente. Esta cosa extraordinaria que el hombre siempre ha buscado, por el sacrificio, la adoración, las relaciones sexuales, por los placeres y las penas de toda clase, solo puede ser encontrado cuando el pensamiento, comprendiéndose él mismo, llega a su fin natural. Entonces el amor no tiene opuesto, entonces el amor no tiene conflicto.

Ustedes se preguntarán quizá, si yo encuentro un amor parecido, qué ocurrirá con mi mujer, mis hijos, mi familia, hay que darles una cierta seguridad. Si ustedes se interrogan de esa manera, es que nunca se han encontrado más allá del campo del pensamiento, más allá del campo de la conciencia. Si ustedes lo encontrasen una sola vez, no se harían tales preguntas, ya que sabrían lo que es el amor, en el cual no hay pensamiento, así pues no tiempo.
Ir más allá del pensamiento y del tiempo, lo que quiere decir más allá del dolor, es darse cuenta que existe otra dimensión que se llama amor. No sabiendo cómo alcanzar esta fuente extraordinaria, ¿qué hacen ustedes? ¿Nada no es así? Absolutamente nada. En ese caso ahí están ustedes, interiormente, completamente silenciosos. ¿Comprende lo que eso quiere decir ? Eso quiere decir que ustedes no buscan más, no desean más, no persiguen nada más, en resumen que no hay más de mí del todo. Entonces el amor está ahí”.

“Primera y última libertad” Krishnamurti

TRADUCIDO POR: A.I.
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