¿Qué se espera luego del 21 de diciembre de 2012? Más allá de lo “simbólico” del asunto, de iniciar una nueva etapa, ¿estamos formando parte de un cambio energético concreto? ¿Por qué se están incrementando nuestras percepciones? ¿Por qué cada vez más peregrinos de todo el mundo se sienten llamados a los centros espirituales o montañas sagradas?
Lugares de poder y la activación de la energía planetaria
He sido muy afortunado al haber podido visitar diversos centros
arqueológicos y lugares sagrados en el mundo. Siempre me pregunté qué
los hacía especiales: ¿El tamaño de sus pirámides? ¿El detalle de un
relieve maya en la roca? ¿La historia del lugar? ¿Su emplazamiento en
parajes indóciles como la legendaria Machu Picchu? ¿O había, acaso, algo
más que no se podía “ver”, pero sí sentir? Sin duda, se trata de una
combinación de factores. Pero el menos “visible” de ellos podría
esconder la “magia” de los centros de poder.Sin necesidad de poseer mayores conocimientos arqueológicos, quienes visitan por primera vez un centro maya perciben de entrada su gran espíritu. Y hasta podrían trazar diferencias entre uno u otro yacimiento por lo que éstos emanan. Y no sólo en lugares arqueológicos. Ocurre también en zonas consideradas sagradas por los nativos. Aparentemente, esos lugares no muestran nada fuera de lo común, nada que llame la atención. Pero son especiales. Lo más sorprendente es que estas energías afectan visiblemente al visitante, otorgándole algo más que paz, claridad o algún tipo de éxtasis espiritual. Parece que la clave está en sensibilizarse. ¿O nos hallamos ante un cuadro de sugestión? No creo que aplique para todos los casos.
En la medida en que nos acercamos al 21 de diciembre que marca la profecía maya, se ha incrementado la visita a los yacimientos mayas y otros puntos arqueológicos y sagrados de todo el mundo. Incluso, con viajeros que no tienen ni idea de la profecía. Como si aquellos lugares les “llamaran”. Como si se sintieran “atraídos” por alguna fuerza desconocida.
Reconozco que todo esto podría sonar raro, y quizá hasta ridículo; sin embargo, esa “energía” parece estar activándose en diversos puntos del mundo. Y si es así, ¿con qué propósito? En Asia, en el desierto mongol de Gobi, los lamas aseguran que las energías de Tibet, los Himalayas y el Gobi, están en un período de “sueño”, y que en la actualidad estas fuerzas se encuentran despertando en las Américas. No pocos escritores afirman que esa “energía” inició su viaje hacia occidente a fines de los años 40, un momento que coincidió con la denominada “Era moderna de los ovnis” cuando el piloto civil estadounidense Kenneth Arnold afirmó haber visto nueve objetos no identificados desplazándose en las cercanías de Mount Rainier. Esto ocurría el 24 de junio de 1947. Días más tarde, el 2 de julio, ocurre el controvertido incidente Roswell, en Nuevo México, un expediente que aun sigue abierto y lleno de conjeturas.
En mi libro “Nuestros Lazos Extraterrestres”, escribí lo siguiente en relación al año 1947:
“Hay algunos hechos por demás simbólicos a tener en cuenta. El
avistamiento de Arnold ocurrió un 24 de junio, que es la fiesta solar
más importante de los incas: el Inti Raymi. De acuerdo a la creencia, es
como esperar un nuevo año, un ciclo diferente. 1947, a dos años de
haber concluido la Segunda Guerra Mundial, fue sin duda un momento de
importantes decisiones: entre ellas se estaba fortaleciendo la recién
proclamada Organización de las Naciones Unidas, y se planificada el
establecimiento del Estado de Israel a través del voto de 33 naciones a
favor. Hay que tener en cuenta que tanto la ONU como Israel se
encuentran en medio de numerosas profecías.
Tampoco hay que olvidar de que en 1947, además, se produce el
descubrimiento de los famosos Rollos del Mar Muerto, cuyas detonantes
revelaciones brindaron grandes luces sobre antiguos enigmas cristianos,
incluyendo la persona de Jesús.
El navegante noruego Thor Heyerdalh, se suma a esta lista de hechos
significativos de 1947 al poner a prueba, exitosamente, su hipótesis de
la navegación en tiempos remotos haciendo un viaje desde Perú hasta la
Polinesia, a bordo de su célebre balsa Kon Tiki. En otra región de la
Tierra, el Almirante norteamericano Richard Byrd se hallaba involucrado
en una expedición diferente: la operación secreta “High-jump” (“Salto
Alto”) en la Antártida. Hasta la fecha aun se mantiene el misterio de
esta exploración al continente blanco que contó con más de 4,000 hombres
apoyados con portaviones y poderosos submarinos.
Por otro lado, ese mismo año, se pone en marcha el denominado “Plan
Marshall”, destinado a la reconstrucción de la posguerra. Y Rusia
convoca a la Conferencia de Varsovia a los países de su zona de
influencia. También comienza la “Guerra Fría” con los EE.UU. y demás
potencias occidentales.
Y un acontecimiento clave más: ese año India y Pakistán obtienen su independencia de Inglaterra.
En el campo científico, es importante mencionar que en 1947, por
primera vez, un avión rompe la barrera del sonido. Lo logró el avión
cohete Bell X-1. Durante ese año, en los laboratorios de la corporación
Bell Telephone, se desarrolla el transistor, un micro dispositivo ideado
sobre las propiedades semiconductoras del silicio y el germanio. Éste
sería un paso más que decisivo para la electrónica, pues se posibilitaba
la rápida miniaturización de los equipos, mejorando además su
eficiencia. Hay que decir que no pocos investigadores sostienen que Bell
Telephone se benefició de la ciencia presuntamente recuperada del ovni
estrellado en Roswell para lograr estos avances.”
Y aquí podría añadir un detalle más al asunto: En 1949 se inicia la
invasión china a Lhassa, con el pretexto de que “irían a liberar al
Tíbet de los invasores extranjeros y reintegrarla a la Tierra Madre”. En
aquella época había seis extranjeros en el Tíbet… Sin embargo, Mao Tse
Tung envió un ejército de 80,000 soldados en 1950. El resto de la
historia ya la conocemos. Para los lamas, este hecho marcaba el final de
una época, en donde la “luz” tendría que establecerse en otro lugar del
mundo. ¿Las Américas?El proceso habría empezado a ocurrir entre 1940 y 1950. Y hay que señalar que ese momento coincide con el presunto ingreso de la Tierra a la llamada “Era del Acuario”, que es simbolizada por un “aguador”, con su mensaje intrínseco de purificación y nuevos conocimientos. Ahora estamos de lleno en esa etapa. Y los monjes afirman risueños y sueltos de huesos que “los centros de antiguo de occidente se despertarán y en ellos se preparará a la gente”.
En la actualidad, no resulta raro ver a lamas recorrer México, Perú, Bolivia, Chile o Argentina, y precisamente en zonas que son consideradas sagradas. Ellos están convencidos de que el despertar del hombre empezará en estas latitudes. ¿Hay alguna conexión con la profecía de 2012? Desde luego que sí. Los lamas, además de que conocen la fecha —y los posibles acontecimientos climáticos extremos que podría vivir el planeta— también sostienen que si el hombre cambia, afectaría positivamente el tránsito de la humanidad, sin que éste sea traumático o penoso. En otras palabras, depende en gran medida de nosotros. Pero, ¿cómo lidiar con la energía de un agujero negro supermasivo que parece estar afectando a todo nuestro Sistema Solar? ¿Qué podemos hacer ante los cambios del Sol? Hunab Ku (el centro galáctico) no es un “destructor” de la humanidad. Es tan sólo un espejo. Un gigantesco cristal que refleja exactamente lo que somos. Por esta razón la profecía de 2012 es una advertencia, una oportunidad, y no una sentencia del “fin del mundo”. Es el fin de una etapa y el inicio de otra. Parte de ese tránsito que se inicia después de 2012 es la “activación” de las energías o Kundalini de la Tierra.
Lo explicaré en un pincelazo.
Se dice que de todos los centros de poder que se están activando en las Américas, el sur de Perú, el norte de Chile, y el nor-oeste de Bolivia, involucran una zona “ventana” que concentra la mayor parte de la “energía”. Probablemente, esta afirmación tiene alguna correspondencia con el electrochorro ecuatorial. Cuando se estabiliza el ecuador magnético, según se piensa alrededor del año 1940 —nuevamente el espacio de tiempo en que se produce el “traslado” de energías de oriente, según los lamas— se forma un eje de conductividad máxima en la ionosfera, que se conoce como “electrochorro”. En diferentes trabajos científicos y mediciones se ha demostrado que esta banda eléctrica es más intensa en el Perú y Bolivia que en Nigeria y la India.
En el año 2004, mi gran amigo e importante testigo de contacto, Luis Fernando Mostajo Maertens de Bolivia, compartió conmigo una extraordinaria fotografía que habría tomado la NASA gracias a la tecnología de detección térmica e infrarroja. La imagen fue sacada en el área del lago menor, en el Titicaca, y muestra un importante campo magnético que tiene la forma de la “Chakana”, el sagrado símbolo aymara e inca que se asocia a la constelación de la Cruz del Sur. ¿Una evidencia de la activación de los lugares sagrados de occidente? ¿No es una casualidad que más de un chamán maya señale el lago Titicaca como el lugar desde donde se proyectarán las nuevas fuerzas del planeta? ¿Y qué decir de la Chakana o Cruz Cuadrada como figura que delimita la extensión de esta anomalía magnética?
La “Chakana”, formada por un inmenso campo magnético en el lago Titicaca. La figura tiene un diámetro de 10 kilómetros. Su similitud con el ancestral símbolo inca es incuestionable y despierta muchas preguntas.
Cerca del Titicaca, en el lado peruano, existe un lugar que resalta en el misterioso escenario andino: La Puerta de Hayumarca. Para los habitantes de Juli y Chucuito —pueblos puneños próximos al sitio de poder— aquel umbral de roca es una “entrada” a otra realidad. Y actualmente ellos sostienen haber visto incrementarse los extraños fenómenos que suelen darse en el enclave. He tenido la oportunidad de visitar aquella “puerta ciega” en diversos viajes. He dormido con mi tienda de campaña allí. Y puedo asegurar que los lugareños no exageran.
De acuerdo a nuestras últimas experiencias e investigaciones, la concentración específica de ese torrente de energía se halla en el volcán Sajama, la montaña más alta de los Andes bolivianos.
Es inevitable preguntarse: ¿Qué fuerzas pueden “elegir”, casi de manera inteligente, o dirigida, el lugar donde se desarrollará este proceso? ¿Cuál es su real propósito, y qué relación podría tener con los tiempos que vienen después de 2012?
El objetivo, pienso, seríamos nosotros, los seres humanos. Se trataría de un “plan” orquestado por fuerzas superiores para el salto evolutivo de la humanidad. Aquellos lugares de poder, entonces, serían sólo “centros de preparación” para la etapa que se aguarda después del 2012.
Nosotros siempre fuimos el objetivo final de la profecía.
El Despertar Magnético de la Serpiente Emplumada
Los centros sagrados son importantes, y desde luego los extraños
fenómenos que parecen estar desatándose en torno a ellos. No obstante,
el protagonista de este encuentro entre lo sagrado y el mensaje de la
profecía de 2012 es el ser humano. No son, pues, las pirámides de Tikal,
Copán, Palenque, Uxmal, o Chichén Itzá las que pondrán las cosas en su
sitio, o las que nos salvarán del “fin del mundo. Lo que se espera
realmente es que el ser humano rompa sus ataduras y limitaciones para
mutar hacia un estadio superior de consciencia.Todo lo que vimos en otros artículos publicados en este sitio web sobre el centro galáctico, el Sol y los cambios climáticos, forman parte de un entramado que no sólo involucra a nuestro planeta, sino a todas sus criaturas. Si es así —y he aquí el punto—, ¿cómo demostrarlo? ¿Qué hecho conecta esas radiaciones con nosotros? Sostener que las energías cósmicas de Hunab Ku y su accionar en el Sol podrían ejercer algún tipo de influencia espiritual en los seres humanos suena a demasiado. Y que los centros sagrados del mundo son los lugares idóneos para canalizar esas energías resultaría tan ajeno y absurdo que más de un lector esbozaría una sonrisa burlona. Y no les culpo. Sin embargo, ¿qué pensaríamos si ello fuera exactamente así?
Es evidente de que el campo magnético de la Tierra está siendo alterado por el comportamiento del Sol. Y los científicos sospechan que nuestra estrella muestra esas “anomalías” como respuesta de una intensa radiación proveniente del centro de la galaxia. Todo este proceso cósmico se encuentra detrás de los recientes cambios climáticos. Pero no es todo. Los seres humanos, conscientes o no, interactuamos con campos magnéticos. Y una alteración en ellos podría tener consecuencias directas también en nosotros y no sólo en el clima. Sin ir muy lejos, más allá de la conexión humana con la magnetosfera terrestre y otras fuerzas del planeta, el hombre en sí dispone de un campo magnético.
Todo ser humano posee un campo unificado de energía que está “alineado” con la magnetosfera terrestre. El campo magnético de todo ser vivo, dicen los estudiosos, es una pauta holográfica de energía, una suerte de “guía de ondas espacial” que colabora en la organización y equilibrio de los sistemas moleculares y celulares del organismo. Se sabe que cuando se distorsionan estas ondas, se produce una desorganización en el cuerpo físico, situación que podría llevar a una enfermedad. Muchos médicos, especialmente de la ex Unión Soviética, están trabajando con el campo magnético humano y la dinámica molecular para enfrentar desde el origen el desarrollo de enfermedades. Esto, obviamente, no es nada nuevo, pues hay antecedentes de terapias médicas con magnetismo desde el año 6,000 antes de Cristo. También es de conocimiento que tanto para Paracelso como para el médico alemán Franz Anton Mesmer el magnetismo era la piedra cimiento del modelo medicinal. A pesar de que estas terapias fueron dejadas de lado por la medicina tradicional, en los años 70 se empezó a retomar los trabajos gracias a las investigaciones de Lechner y Ascherl, quienes se adentraron en la medicina moderna y la combinaron con ideas tradicionales sobre la energía magnética. Así, descubrieron la utilidad médica del electro-biomagnetismo, que puede erradicar enfermedades debido a que muchos virus y bacterias no sobreviven dentro de determinadas frecuencias magnéticas.
Los científicos han estimado que el campo magnético natural de la Tierra es un dipolo con una intensidad de 0,5 Gauss o 50 micro Tesla (µT). Aunque no lo podamos percibir con nuestros sentidos, influye en todas las formas de vida. Se sabe, por ejemplo, que muchos insectos y animales dependen del campo magnético para su orientación. No hay que olvidar que en 1998, la Universidad de Frankfurt pudo demostrar ante la comunidad científica que las palomas se orientan mediante el magnetismo terrestre. Estas aves deben su excelente sentido de orientación a unos cristales de características magnéticas que tienen en su pico. Ese tipo de cristales también se encuentran en el cerebro humano. Richard Blakemore, microbiólogo de la Universidad de Durham, fue más lejos al demostrar la interacción entre el campo magnético terrestre y microorganismos. Los precisos análisis de microscopía electrónica demostraron que en el interior de las células estudiadas había cristales de magnetita, un mineral fuertemente magnético, muy común en la superficie terrestre. Y en diversas bacterias se ha puesto de manifiesto que los cristales de magnetita forman una cadena lineal que actúa como la aguja de una brújula. Realmente maravilloso. Pero no debería sorprendernos. El Premio Nobel de física, el polaco Klaus Von Klitzing, ya se había referido a la energía magnética como la “biológicamente más efectiva en los seres humanos”. Y una prueba científica de ello estuvo a manos de la Universidad de Giessen. En el revolucionario experimento, los científicos pudieron demostrar, lejos de toda duda, que campos magnéticos de baja energía (rango de Picotesla) influyen sobre el bienestar de los humanos. Tal vez los centros de poder de todo el mundo —y que están en un proceso de “activación”— irradian algún tipo de campo magnético como responsable de los cambios que experimentan los visitantes. Conozco incluso más de un caso extraordinario de sanación en aquellos lugares. Probablemente no fue “Pacal Votán” ni un mensajero de otra dimensión quien obró el milagro, sino el campo de energía del propio lugar o yacimiento arqueológico que podría haber sido emplazado sobre poderosas líneas de fuerza del planeta o, también, si se trata de un templo o pirámide importante, habría que revisar con qué materiales se construyó, pues éstos muchas veces tienen elementos conductores como el silicio, “camuflados” dentro de la roca. La Cámara del Rey en la Gran Pirámide es un digno caso. No pocos escritores piensan que ese sarcófago cumplía una función diferente al haber sido colocado en un salón de piedra energéticamente acondicionado. Pero ahora es todo el planeta el que está siendo “acondicionado”.
Desde tiempos antiguos se sostiene que el ser humano tiene un campo de energía que lo envuelve. Esta supuesta cúpula de luz fue denominada “Aura”, y estaría “construida” por energías electro-magnéticas. Diversos objetos religiosos parecen aludir a ese campo de luz al representar a sus deidades o santos con una “aureola” cerca o sobre la cabeza. La discusión sobre si existía o no el aura, y por qué sólo la podían “ver” algunos clarividentes, quedó zanjada en 1939 cuando Semyon Davidovich Kirlian y Valentina Kirlian idearon un aparato en el laboratorio del Hospital de Alma-Ata (ex Unión Soviética) capaz de retratar ese campo de energía. Se le conoce mundialmente como “Cámara Kirlian”. Sin embargo, luego aparecieron detractores afirmando que el aura no existe, y que el aparato del matrimonio Kirlian sólo retrataba un fenómeno físico llamado “efecto corona”, que sería producido por la aparición de conductividad de un gas (aire) en la proximidad de un conductor sometido a alta tensión. Sin embargo, otros métodos ajenos a la Cámara Kirlian demuestran que el cuerpo humano sí emite esa energía. Y no se trata, tampoco, de reacciones bioquímicas en el cuerpo humano que involucran radicales libres. La radiación que emitimos es una combinación de electricidad y magnetismo que todavía sigue siendo estudiada por prestigiosos científicos y varias universidades. ¿Será a través del “aura” como nos conectamos con el campo magnético terrestre?
En la medida que fui estudiando la profecía maya del 2012, una variedad de temas, que no parecían guardar relación entre sí, se unieron, al margen de que algunos estén más cerca de lo científico y otros más próximos a lo esotérico. Honestamente, no hallé contradicciones, sino un complemento inquietante que me ayudó a entender, desde una perspectiva más amplia, el posible significado de la profecía. Los mayas, no lo olvidemos, eran “sacerdotes-científicos”, ambas cosas, no como nosotros que separamos todo y terminamos armando batallas intelectuales para defender nuestras posturas. En otras palabras, encontré una mezcla armónica entre ciencia y espiritualidad en el posible mensaje de la “profecía”. Por ello llegué a la conclusión de que el objetivo somos nosotros.
Si el campo magnético de la Tierra está siendo alterado, con la consecuente ola de cambios climáticos, ¿qué sucederá con nosotros si nuestro “campo magnético personal” es afectado? ¿Tendremos huracanes, sismos y tormentas a escala personal? La respuesta: Depende de cómo nos encontremos. Depende de nuestro estado de consciencia. Y en esto insisten una y otra vez los lamas y los chamanes. Debemos aprender a “ver”.
Para muchos de estos místicos, los años 2010, 2011 y 2012 (como también lo creía el famoso sensitivo argentino Benjamín Solari Parravicini) serían claves en nuestra preparación personal y planetaria. Fue el tiempo para dejar lo viejo, sanar, comprender, y encaminarnos hacia lo nuevo que inicia después de 2012.
Sin duda, la meditación, la conexión con lugares sagrados, o la percepción de energías sutiles a través de prácticas y ejercicios, es una forma de adentrarse en el mundo sutil y su relación con nuestra propia fuente de poder. Ya mencioné que en oriente se creía que la base de nuestro campo de energía personal se encuentra en la columna vertebral, la “antena” de luz natural del ser humano. Esa antigua enseñanza esotérica relaciona a la columna con el sistema de siete chakras, que también cité anteriormente. Al proceso de “activar” ese sistema de centros de poder en el cuerpo humano a través del eje de la columna se le llama el despertar de la Kundalini o de la “Serpiente”. Y hacia ello vamos: El retorno simbólico de nuestra propia serpiente emplumada. Si estamos en sintonía, la energía de Hunab Ku y su accionar en Kinich Ahau (nuestro Sol) será una ayuda para disparar nuestra ascensión a otro nivel de frecuencia. Para que esto empiece a suceder, debemos situarnos en esa “gran autopista” de fuerza extraplanetaria que ha sido programada para este especial momento de la historia humana. Sé que esto suena fuerte. Y que tendré que explicar un poco más por qué creo que el ser humano podría dar un salto en su evolución ante el estímulo desconocido de una influencia cósmica.
La activación del código de los dioses
Más de un astronauta, al hallarse en el espacio, ha experimentado una
“expansión de consciencia” que no ha sabido explicar. No se tratarían de
efectos psicológicos o el aislamiento en las cabinas de mando; al
parecer, en el cosmos se integra las fuerzas sutiles con mayor
intensidad. Edgar Mitchell, capitán del Apolo 14 —hoy a la cabeza de un
instituto de investigación sobre la consciencia en San Francisco— fue
testigo y protagonista de este fenómeno. La Nasa le dio el portazo y el
ex marine y científico decidió emprender sus investigaciones en
solitario para, más tarde, asociarse con otros estudiosos que consideran
seriamente los factores cósmicos como posibles “aceleradores” de la
mente humana. El Gobierno de los EE.UU., pese a su supuesta
indiferencia, ha llevado a cabo, en secreto, un estudio profundo del
magnetismo y su accionar en los seres humanos. Estos proyectos se
desarrollaron clandestinamente en la guerra fría, y supuestamente fueron
aplicados en el espionaje y en la manipulación a distancia. El
tristemente recordado MK Ultra es uno de los casos más conocidos.El magnetismo, los rayos gamma y el bombardeo de microondas se experimentaron en seres humanos desde entonces como “arma secreta” de organismos militares. No pocos investigadores señalan al controvertido proyecto Haarp —un conjunto de 180 antenas que se hallan en Gakona, Alaska— como parte de este entramado. Haarp, presuntamente, podría afectar con sus poderosas ondas de radio de alta frecuencia a grandes poblaciones a distancia, además de inducir alteraciones en el clima al ser, a decir de algunos, un gran “calentador ionosférico”. Como fuese, lo inquietante es saber cómo estas ondas pueden influir en nuestro comportamiento o afectar el mecanismo de la inteligencia humana.
Además del caso del aura, que sería un cuerpo electromagnético que actúa como “sistema inmune energético” de los seres vivos, el cerebro humano dispone de su propio campo magnético.
El doctor Johnjoe McFadenn, de la revista Journal of Consciusness, llegó a la conclusión de que el campo magnético cerebral sería el asiento de la consciencia humana. De acuerdo a McFadenn —y otros científicos— ese campo sutil se genera por la superposición de fuerzas producidas por la actividad sincrónica de las neuronas responsables de la percepción y la vigilia. Según esta teoría, las redes neuronales, que se comunican sinápticamente creando un espacio consciente de trabajo, están unidas entre sí a través de la dinámica de los campos electromagnéticos.
A fines del año 2008 llegó a mis manos un artículo del doctor Timothy Roberts que podría dar mayores luces sobre este asunto. Roberts descubrió que la demora en el lenguaje que se suele observar en niños autistas está conectada con los campos magnéticos del cerebro. Roberts empleó una técnica denominada magnetoencefalografía (MEG), técnica que detecta campos magnéticos del cerebro al igual que un electro-encefalograma (EEG) registra campos eléctricos.
Roberts presentó sus resultados en la reunión anual de la Sociedad Norteamericana de Radiología, celebrada en Chicago, y en ella disparó a boca de jarro: “Las señales eléctricas del cerebro generan pequeños campos magnéticos que cambian con cada sensación y en función de la comunicación entre diferentes zonas cerebrales”.
Estos estudios ponen en relieve la importancia de los campos magnéticos y su posible relación con el cerebro y la consciencia humana. ¿Y si una radiación se “infiltra” en nuestra “magnetosfera personal”? ¿Podría afectar nuestra consciencia, la percepción de la realidad o nuestro comportamiento? Y eso no es todo. Los campos magnéticos y otras radiaciones pueden inducir cambios en nuestro mismísimo ADN.
Hoy se sabe que las ondas que emiten los teléfonos celulares, los hornos a microondas, y otros artefactos, ejercen algún tipo de influencia en nuestro ADN, aunque los científicos aseguran que no es para preocuparse… ¿Y los rayos gamma del centro galáctico? Cuando se somete a un organismo a radiaciones gamma se puede crear un agente mutágeno —no que nos vayamos a convertir en un superhéroe, desde luego—; pero se afirma, al menos teóricamente, que se podría “abrir” el código genético y despertar en él patrones dormidos. Se piensa que esto no afectaría al individuo expuesto a esa radiación, sino a su descendencia, que heredaría el cambio genético. Esta hipótesis ofrece pistas sobre el “plan cósmico” de Hunab Ku en los seres humanos: Quienes vivan los años de la conexión después de 2012, serían sólo los “incubadores” de un cambio extraordinario en la evolución. Las generaciones futuras serían los verdaderos protagonistas…
E insisto, no deja de ser una alucinante teoría.
Más aún cuando los efectos de las radiaciones en el código genético son de los más variados. Más allá del fenómeno que se está dando en el agujero negro de la Vía Láctea, los rayos gamma se emplean en la Tierra dentro de la industria, la medicina e incluso en la fisión nuclear. La radiación tiene que ser intensa y sostenida para que se puedan generar verdaderos “cambios” en un organismo. Sin embargo, ¿la pulsación de radiaciones gamma de Hunab Ku podría aumentar? ¿Qué consecuencias podríamos experimentar?
El ADN (ácido desoxirribonucleico) es una macromolécula que forma parte de todas las células. Su rol fundamental en reunir la información genética usada en el desarrollo y el funcionamiento de los organismos vivos es comparable a un gigantesco disco duro de computación, que no sólo contiene “archivos”, sino software o programas que tienen vida propia. Nuestro ADN posee una doble hélice, que se mantiene estable por la formación de puentes de hidrógeno entre las bases asociadas a cada una de las dos hebras. Su doble espiral es como una escalera de caracol, con dos varillas laterales que van girando sobre sí mismas y que están unidas por numerosos peldaños colocados entre ellas. Pero aún no conocemos todos sus secretos.
Nuestro código genético es un entramado tan maravilloso que el biólogo molecular Francis Harry Crick —Premio Nobel por el co-descubrimiento de la estructura helicoidal— aseguró que nuestro mapa de vida era “obra” de una avanzada civilización de origen extraterrestre. Años más tarde, su compañero, James Watson, llevaría a cabo el Proyecto Genoma Humano, un ambicioso estudio de los casi 30,000 genes del genoma para identificar la amplia secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN.
En el estudio pudieron corroborar, entre otras cosas, que el código genético regula el envejecimiento, como si tuviéramos un reloj biológico que controla el mecanismo de la vida y la muerte dentro de una célula. Teóricamente, alterando el ADN, se podría extender considerablemente la esperanza de vida de un hombre. De hecho, algunos científicos creen que todos los aspectos del envejecimiento acabarán siendo vinculados a un solo gen, denominado “el Gen de Matusalén”—el personaje bíblico que vivió 969 años—. Aunque los cálculos son más conservadores respecto al viejo Matusalén, podríamos tener una esperanza de vida de al menos 120 años. Y “retocando” otros aspectos del ADN, si tuviésemos la tecnología adecuada para hacerlo, podríamos generar otros cambios impensados. Esos cambios no necesariamente se podrían realizar a través de nanotecnología, sino gracias a radiaciones de rayos gamma, infrarrojos, u otro tipo de energía que afecte el ADN selectivamente. Desde luego, aunque nos hallamos ante una gran conjetura, no deja de ser una posibilidad que nuestra ciencia conoce, y que civilizaciones extraterrestres manejan desde hace mucho…
La evolución del ser humano sigue siendo uno de los grandes enigmas. Desde tiempos de Darwin, la discusión se ha sostenido para tratar de hallar la clave de cómo nos hicimos “inteligentes” y nos transformamos en lo que somos actualmente. Supuestamente, de los chimpancés sólo nos separa un 2% en lo que al código de ADN se refiere. Pero, por otro lado, el homo sapiens dispone de 46 cromosomas frente a los 48 de los chimpancés y gorilas. ¿Todo esto es producto de una “selección natural”? ¿Será posible que algún “agente externo” haya generado grandes mutaciones genéticas en las especies más allá de las explicaciones oficiales? Hay dos teorías heterodoxas que circulan sobre este tema. La primera habla de radiaciones cósmicas que, debido a un efecto aún desconocido por nuestra ciencia, puede “mutar” el ADN. La otra teoría habla de una intervención de los “dioses”, tal como parece sugerir más de una leyenda. La “creación” del ser humano y la intervención de entidades divinas no es algo ajeno ni a la Biblia ni al Popol Vuh de los mayas —entre otros tantos relatos del mundo—, como si en aquellos mitos de la creación se escondiese un evento real que se ha perdido en el tiempo.
Si tomamos en serio estas dos hipótesis, la primera podría señalar a Hunab Ku como agente de un cambio genético que impulsa a las especies a dar un “salto evolutivo”. La radiación del centro de la galaxia “despertaría” algunos genes en el ADN que, al activarse, se heredarían, generando con el tiempo un cambio importante en los seres humanos.
Si tomamos en serio la segunda alternativa, estaríamos hablando no de “deidades”, sino de seres extraterrestres que en el pasado estuvieron en el planeta e hicieron intervenciones genéticas para “acelerar” la evolución del hombre. En esto creía el Premio Nobel Francis Crick. Tal vez, aquellas presuntas civilizaciones de otros mundos dejaron en nuestro código genético algún patrón o “gen” que pudiese despertarse cuando llegara el momento.
El momento podría ser el ciclo de radiación del centro galáctico. Y el objetivo: Llevar a la raza humana a dar otro gran salto evolutivo. ¿Es esto posible?
Como fuese, de alto estoy convencido desde hace mucho: El contador no es hacia el 21 de diciembre de 2012. No hay una “cuenta regresiva.”, sino un “reloj cósmico” que se activa después de esa coordenada, marcando un tiempo en donde empezaremos a recordar quiénes realmente somos…