Una Perspectiva Espiritual sobre el Envejecimiento 
por Gerrit Gielen
Si aceptan lo que dicen los periódicos
 respecto al envejecimiento, parecería que es lo peor que puede 
sucederle a un ser humano. Y para la sociedad en su conjunto, una 
población envejecida se percibe como un desastre. Hogares de ancianos 
abarrotados, atención de salud incosteable, demencia, y deterior 
general, es lo que asociamos con el envejecimiento.
Todos envejecemos. Con cada segundo que pasa perdemos un poco
 de juventud. Es un proceso natural al que están sujetas todas las 
criaturas vivientes. ¿Cómo es que llegamos a detestar un proceso tan 
natural? ¿Hay algo malo en la naturaleza? ¿O hay algo malo en nosotros 
respecto a nuestra forma de pensar sobre el envejecimiento?      
Cómo se sienten realmente los adultos 
mayores respecto a su ‘temida’ vejez? La investigación científica que 
mide la felicidad con respecto a la edad muestra una curva en forma de 
U. Las personas jóvenes y las más viejas son las más felices. Durante la
 mitad de la vida es más probable que no tan sean felices como en su 
juventud. Las investigaciones demuestran que las personas de edad son 
algo más felices que los jóvenes.   ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser 
que aunque el envejecimiento se asocia con tantos problemas, las 
personas usualmente comienzan a sentirse felices de todas formas? 
Examinemos el ciclo de la vida de un ser humano desde una perspectiva 
espiritual.  
El nacimiento: la pérdida de nosotros mismos
Desde un punto de vista espiritual, 
nacer es zambullirse en la materia. Dejamos el reino del alma, una 
atmósfera de alegría y paz. En el reino del alma, las restricciones del 
tiempo y el espacio, y la sensación de separación que experimentamos en 
la tierra, no existen. La libertad es algo natural. Es
 más, todo a nuestro alrededor irradia belleza, amor y armonía: están 
ausentes el temor y el sufrimiento. A pesar de esto, en algún punto 
aceptamos la invitación de la madre Tierra para nacer como un ser 
humano. Con cada nacimiento comenzamos un largo proceso de descenso 
hacia y conexión con la atmósfera física. En la literatura antigua, el 
nacimiento del alma encarnada se denomina “el encadenamiento del alma”. 
El alma aterriza en este reino restrictivo, denso de la materia, en el 
cual cada ser parece separado de los demás El alma tiene problemas para 
mantener su vibración natural en esta atmósfera; no pertenece aquí, y 
puede sobrevivir solamente retirándose regularmente. Este retiro es lo 
que denominamos sueño y es esencial no solamente para el cuerpo, sino 
para el espíritu.         
Aunque el nacimiento marca el comienzo
 de una nueva encarnación, el proceso del descenso del alma todavía no 
ha terminado. Continúa un descenso posterior hasta alrededor de los 
cuarenta años.  Alrededor de ese momento, el descenso en la materia ha 
alcanzado su pico: como un adulto ustedes habitan plenamente el reino de
 la materia y la sociedad humana. Desde la perspectiva de su alma, ahora
 están a la máxima distancia de su fuente, el reino celestial del que 
vinieron. En el punto más profundo de la encarnación, la distancia a su 
origen es la mayor. Durante la niñez, el vínculo con la esfera original 
del alma todavía es fuerte. Los niños a menudo son intuitivos, 
espontáneamente felices, y totalmente absortos en el momento, estas 
cualidades son naturales para el alma. Disfrutar y explorar la vida en 
una forma juguetona y natural es natural para el niño, así como para el 
alma. Desafortunadamente,  nuestra sociedad ha sido dominada por una 
noción tergiversada, masculina de espiritualidad que no reconoce estas 
cualidades como espirituales, sino más bien como señales de inmadurez. 
Este retrato pesado y serio de la espiritualidad no se deriva 
activamente de la cristiandad original. En la biblia hay trazas todavía 
de la perspectiva del alma. En Marcos 10:14, por ejemplo, Jesús dice: 
“Dejen que los niños vengan a mí, no los detengan, porque de ellos es el
 reino de Dios”
Pubertad: el descenso
Antes que llegue la adultez hay una 
fase transicional de pubertad, seguida de la adultez joven. La 
consciencia desciende más profundamente a la atmósfera material; se hace
 mayor la distancia a nuestra fuente. La felicidad natural y auto 
confianza de la niñez se pierde. Surgen las dudas y los temores, ya nada
 se da por sentado. Habrá rebelión e incertidumbre. La resistencia 
usualmente se enfoca en los alrededores: los padres, la escuela, o la 
sociedad en general – todas estas están normalmente bajo escrutinio. 
Inconscientemente,  a ellos se les culpa de la pérdida que siente el 
adolescente y el adulto joven.   Pero esencialmente, su rebelión se 
dirige contra el desarrollo interno: el descenso más profundo al reino 
terrenal y un alejamiento aun mayor de la Fuente.
En el reino del alma, tener un lugar 
único dentro de la totalidad es algo natural. Ustedes no dudan de su 
derecho a existir e intuitivamente sienten que su papel es en el esquema
 más amplio de las cosas. El conocimiento de que el cosmos no está 
completo sin ustedes, que ustedes son parte integral del conjunto mayor,
 los hace sentirse más seguros y cuidados. En la pubertad, este 
reconocimiento se pierde y resulta en una crisis de identidad. Esta 
crisis puede ser tan aplastante que los jóvenes se vuelven adictos a las
 drogas o al alcohol, y en algunos casos hasta se suicidan. Tales actos 
de desesperación se originan a menudo a partir de un profundo deseo de 
restaurar la conexión con el alma.       
Afortunadamente, sin embargo la 
resistencia no es la única característica de este período. La pubertad y
 la adolescencia también son un momento en el cual muchos aspectos de la
 vida terrenal se exploran con entusiasmo y curiosidad.  Podemos 
interesarnos en la naturaleza, en la música, en la literatura, o 
explorar ideas nuevas y provocativas. Aumenta el interés en los otros: 
nos enamoramos por primera vez. Quizás lo más importante, comenzamos a 
sentir nuestra propia originalidad, nuestra individualidad. Cada alma es
 única y trae sus propias semillas a la tierra, semillas que germinan 
durante la niñez y brotan de la tierra durante la adolescencia. A menudo
 durante esta fase en la vida, afloran pensamientos y sentimientos 
originales que tendrán un impacto a largo plazo en su futuro y tomarán 
forma definida en la adultez.  
Si todo va bien la pérdida de la niñez
 coincide con un período de redescubrimiento de quienes son, 
independientes de sus padres y de su crianza. Ese redescubrimiento les 
asegura que, a largo plazo, la rebelión cesa y la Vida actual los 
llevará a lugares nuevos y apasionantes. El regalo más valioso que le 
pueden dar a alguien durante la pubertad y la adultez joven es confianza.
 Tengan confianza en que hay un sendero y un lugar para ellos en este 
mundo confuso independientemente de lo “indiferentes” que parezcan, o su
 aparente incapacidad para encajar. Es precisamente la originalidad de 
ellos, su individualidad, lo que el mundo necesita y que contiene la 
contribución única de su alma.
Adultez: el punto bajo de nuestras vidas
Adultez, el punto físico superior de 
la vida, es desde la perspectiva espiritual el punto bajo de la vida. La
 distancia al reino del alma – desde nuestra alma – es ahora la mayor. 
Ahora estamos en el punto más distante de nuestro origen espiritual. 
Estamos plenamente inmersos en el mundo material y nos hemos 
identificado con nuestra personalidad humana y nuestros logros. Durante 
esta fase, los humanos como promedio son los más infelices. El mundo 
físico con sus leyes y restricciones se experimenta ahora como la única 
realidad. Hay mucha preocupación respecto al dinero y la propiedad, al 
status social y al trabajo duro. Esta fijación hace que la gente se 
olvide de sí misma aún más. La identificación con el reino material en 
la adultez es tan fuerte a veces que uno tiende a sentir que esto es 
todo lo que es, y que la vida gira alrededor de estos temas. Pueden 
existir creencias espirituales, pero a menudo derivan de las religiones 
tradicionales que se basan principalmente en el temor y el dogma. Las 
religiones tradicionales tienen una imagen distorsionada de la 
espiritualidad y a veces hacen más daño que bien. Lo más importante que 
puede lograr un adulto desde una perspectiva espiritual es cuidar las 
semillas que él o ella han traído a la tierra como almas permitiendo que
 se conviertan en hermosas flores. Esta es nuestra verdadera misión, y 
la que solamente se puede cumplir manteniéndonos fieles a nosotros 
mismos, no permitiendo que se nos arrastre por parte de las presiones y 
reglas de la sociedad.    
A menudo esta misión falla. En la 
adultez, los ideales de la adolescencia y la pubertad y los deseos y 
sueños de la niñez se ven como imposibles de lograr e ingenuos. Después 
de todo ellos no encajan en lo que la sociedad espera y considera 
realista. Las formas auténticas de auto expresión que todavía están ahí 
se pueden tildar de egoístas, irresponsables o hasta dementes. “Actúa 
con normalidad, compórtate como un adulto responsable”. Tenemos que 
encajar dentro del molde social o no pertenecemos. Trabajar 40 horas a 
la semana y tomar tres semanas de vacaciones anuales. Recuerdo la 
tristeza que sentí el día que entré al kindergarten. A la edad de 
cuatro, podía sentir ya lo que estaba planificado por anticipado para 
mí: años de escuela y luego trabajo. Me preguntaba cuando sería libre de
 nuevo. Al final de la primaria, se me preguntó durante una prueba lo 
que quería ser más tarde en la vida y mi respuesta fue “rentista’. 
Quería ser libre de nuevo, no quería que se me forzara en un sistema qué
 me decía que hacer y qué no.   
Afortunadamente durante mi vida adulta
 encontré un trabajo a medio tiempo que me permitía trabajar no más de 
tres días a la semana. Otras personas pensaban que era peculiar que yo, 
un hombre adulto, no tuviese carrera y poca ambición, y prefiriera estar
 en la naturaleza, leer libros y tener conversaciones filosóficas con 
mis amigos. No hasta mis años cuarenta entendí que era aceptable y aún 
posible ser así de diferente. Convertí mis hobbies (pensar sobre 
filosofía y espiritualidad, practicar hipnoterapia) en trabajo. 
Eventualmente, dejé mi trabajo a medio tiempo. Descubrí que podía ser 
libre, hacer las cosas que me gustaban y que verdaderamente podía 
ganarme la vida haciéndolas. La clave era la confianza: tener fe 
en los dones originales y únicos que llevaba dentro de mi alma y confiar
 en que la Tierra me aceptaría y compensaría al compartir estos dones.  
Con esa comprensión, comencé el sendero “ascendente”, el camino de 
regreso a mi naturaleza espiritual.
 
Envejecimiento: el camino “ascendente” de nuevo
Cuando envejecemos comenzamos a 
ascender de regreso al alma. El punto bajo al estar plenamente 
encarnados e identificados con el reino material ha terminado. Podemos 
dejar ir este enfoque sesgado y a veces se nos insta a hacerlo debido a 
los retos que enfrentamos en la vida, o al confrontar la fragilidad 
incrementada de nuestros cuerpos. Vamos hacia arriba de nuevo 
eventualmente de regreso a la Fuente. El movimiento natural del 
envejecimiento es crecimiento hacia la luz, identificados con la 
realidad mayor de su alma en lugar de con la realidad finita y limitada 
de su cuerpo y personalidad.  Por tanto, desde un punto de vista 
espiritual, se convierten en más y no en menos cuando envejecen: es más susceptible incrementar la sabiduría, la confianza, y la alegría.  
Un ser humano que envejece 
naturalmente y con gracia está consciente de que es mucho más que su yo 
terrenal. Comprende que su verdadero yo se eleva por encima de los roles
 que han jugado en el reino material de la Tierra. A medida que el 
sustento de esta realidad disminuye, comienza a comprender de nuevo 
quien es realmente: un ser eterno de luz viviente.
Desafortunadamente, este proceso 
natural y con gracia a veces se obstaculiza debido a creencias sociales 
muy enquistadas. Vivimos en una sociedad en la cual, se cree que la 
realidad física es todo lo que es, que no hay un yo verdadero más allá 
del yo terrenal y por tanto envejecer es algo malo. La gente se 
identifica completamente con su cuerpo físico y personalidad. Envejecer 
se asocia con pérdida y declinación, con un movimiento hacia la nada. 
Mucha gente por tanto se opone a este proceso de envejecimiento y esta 
resistencia interrumpe la ascensión natural hacia el alma y hacia más 
luz y alegría. Resistir el proceso de envejecimiento crea una profecía 
auto realizada: aquello a lo que temen se vuelve verdadero porque 
ustedes le temen. La resistencia hace que se aferren a la dimensión 
física y al cuerpo. Este aferrarse es una negación y un alejamiento de 
su luz interior, y tiene un número de consecuencias trágicas para el 
humano que envejece.  
     
Primero, el cuerpo físico se podría 
beneficiar enormemente de una conexión con el alma sentida de forma más 
profunda. Cuando la persona se conecta con el reino del alma durante el 
envejecimiento, la energía del reino espiritual fluye con más fuerza a 
lo largo del cuerpo. El cuerpo se eleva y revitaliza mediante la luz y 
alegría de este reino y gana en un poder adicional y salud. Los achaques
 de la vejez tienen menor efecto en este. Pero si la conciencia no se 
enfoca en lo que está más allá de lo terrenal y se aferra 
desesperadamente a lo físico, el cuerpo no podrá aprovecharse de esta 
energía adicional. Esto incrementa el riesgo de problemas de salud.
Segundo, en una sociedad en su 
conjunto, las personas mayores podrían cumplir un papel importante: 
irradiar percepción espiritual y sabiduría hacia las generaciones más 
jóvenes que están enfocadas en el reino físico y en las exigencias de la
 sociedad. Las personas mayores pueden, a través de sus experiencias de 
vida y su conexión en aumento con la dimensión del alma, tener una 
influencia positiva en los más jóvenes al compartir su luz, sus 
percepciones y su compasión. Ellos pueden ofrecer una perspectiva más 
amplia sobre las cosas y escuchar con paciencia. Por naturaleza todos 
sienten en las personas mayores más sabiduría, paz y serenidad.    
La influencia positiva de las personas
 mayores se puede expresar en diversas formas: desde una personalidad 
influyente espiritualmente hasta una abuela sabia a quien la familia se 
vuelve para recibir consejos. También hay escritores, artistas y 
terapeutas que a una edad avanzada, hacen un trabajo excepcional e 
inspiran sin saberlo a muchos otros. Las personas mayores son el puente 
entre el reino de lo atemporal y el mundo práctico de la vida cotidiana.
 Una sociedad en la cual el valor de los mayores no se reconoce es una 
sociedad que ha perdido su conexión con lo espiritual. Entonces vemos 
una sociedad que corre enloquecida: miren a su alrededor.   
Cuando el humano que envejece no puede
 ocupar su lugar natural en la sociedad, tanto la sociedad como los 
adultos mayores sufren. La vida de un adulto mayor tiende a ser 
solitaria, pequeña y aburrida. No es trágico que justo a la edad en la 
cual un ser humano está preparado idealmente para el trabajo espiritual,
 que se les relegue a un lado. Han escuchado de un escritor o artista 
que haya dejado de serlo en su cumpleaños 65? Imaginen cuántos libros y 
obras de arte se habrían perdido si estas personas tuvieran que regirse 
por la regla torpe de dejar de trabajar a los 65 años.   En este momento
 estoy leyendo las memorias de Claude Lanzamann, nacido en 1925, 
director del filme Shoah. En cada página me asombro y admiro la 
sabiduría, capacidad intelectual y riqueza de este libro. De acuerdo a 
los estándares de nuestra sociedad, este hombre se debía haber retirado 
hace más de veinte años y no hacer nada más! Absurdo. A los adultos 
mayores se les empequeñece y se empequeñecen por sí mismos: la 
degeneración física y mental son el resultado.     
 
Envejecimiento: cinco sugerencias para aligerar el camino
Para encontrar una manera natural, 
grácil de envejecer en nuestra sociedad, que sostiene imágenes tan 
negativas de la ancianidad, se requiere un cambio radical de 
pensamiento. Aquí tenemos algunas sugerencias.
Olviden todo lo que la sociedad les dice sobre el envejecimiento y ser adultos mayores
La visión de la sociedad respecto al 
envejecimiento no es espiritual. No ve a los seres humanos como 
portadores de un alma inmortal, sino como organismos físicos que 
gradualmente se deterioran y se vuelven inútiles. Pero cada ser humano 
que experimenta la vida con un corazón abierto y una mente abierta  
entenderá que hay más que esto en la vida. La vida tiene una dimensión 
espiritual y esta dimensión es mucho más importante que la física. Como 
un adulto mayor pueden conectarse más fácilmente con esa dimensión y 
extraer inspiración y fortaleza de ella.  
Entiendan que nada se pierde nunca
Nada ni nadie “se pierde en la noche” 
todo lo de valor permanece. Una de las primeras cosas que encontramos 
después de morir y tener acceso al otro lado, es que todo todavía está 
allí. Los miembros de la familia y los amigos, el mundo de nuestra 
niñez, nuestras experiencias más queridas – todo sigue allí. Y podemos 
conectarnos con nuestros seres queridos o revivir algunas experiencias 
si lo deseamos – todo está ahí para nosotros. Al fluir con la vida, y 
rendirnos al proceso de envejecimiento, llegamos a la dimensión 
atemporal donde todo lo que tiene sustancia real se conserva. Si nos 
atrevemos a soltar, podemos recibir atisbos de esta dimensión. Entonces 
comprendemos a nivel interno que nada se pierde – y este conocimiento 
interno nos trae paz y ecuanimidad.
Salgan al mundo. Este es el momento de dejar que su luz brille. Le servirá a la sociedad y a sus semejantes.
Las personas más jóvenes a veces no 
entienden a los mayores. ¿Cómo pueden ser tan abiertos, pacíficos y 
felices si confrontan diariamente la pérdida de salud y habilidades y 
con la muerte que se acerca?  La respuesta es que el adulto mayor tiene 
un conocimiento interno que no lo tienen los más jóvenes. Las personas 
mayores están marcadas usualmente por experiencias de vida que los han 
hecho más abiertos y más bondadosos que la persona joven promedio. Una 
persona mayor ha tenido que soltar y rendirse a menudo. De aquí crece 
una ecuanimidad que trae paz y felicidad. La persona mayor le brinda un 
inmenso servicio a la sociedad y a sus semejantes más jóvenes si es 
consciente de sus dones y los comparte. Den una mira honesta a lo que 
necesita el mundo de hoy: ¿nuevos teléfonos, carros más veloces? No, más
 sabiduría, calma y paz. ¿Y no es eso lo que los adultos mayores tienen 
para ofrecer?       
Vean lo relativo de los papeles que juega la gente. No lo tomen con mucha seriedad.
La vida es un juego. La gente –léase 
adultos- que están completamente involucrados en el juego asume su papel
 con demasiada seriedad. No se permitan asociarse mucho al juego; 
mantengan alguna distancia. Vean a través de este; observen a los 
actores como juegan su papel. Ver la sociedad humana como un juego que 
la gente juega, facilita despojarse de los estándares y expectativas en 
cuestión.   Hace más fácil despojarse de los roles que ustedes jugaban – como padres, jefes o empleados, etcétera – y abrirse a un nuevo capítulo en su vidas.
Depositen confianza en su vida. 
Confíen en que la vida les traerá nuevas experiencias, nuevos roles que 
se ajustan a quienes ustedes son ahora, no la persona que eran. Al 
despojarse del pasado y rendirse se abren a lo nuevo, y hasta pueden 
descubrir diferentes facetas de sí mismos. Si se aferran a algo que ya 
nos les conviene, surgirá un sentimiento de vacío y pérdida. Confíen en 
la vida y suelten. 
No se identifiquen más con su cuerpo y con el mundo físico, sino con su conciencia.
Identificarse con su rol en el mundo 
físico y social es divertido e interesante siempre que sepan que es un 
juego. Durante un tiempo, están completamente absortos en el mismo y 
entonces lo sueltan de nuevo. De esa forma transitan una gran cantidad 
de experiencias y su alma se enriquece con eso. Es natural que durante 
un cierto período de su vida se identifiquen con los roles que juegan, 
pero también es natural que sientan en algún punto que es tiempo de 
soltar y entender quiénes son más allá de ese rol. Se supone que esto 
sucede a medida que envejecen.  
Imaginen que manejan un auto. Si piensan que ustedes son el
 auto, será terrible cuando algo le sucede al mismo. Si comprenden que 
son el conductor, no es tan malo: saben que no son el auto y pueden 
salirse de este.
Párense ante el espejo y miren su 
reflejo: vean su cara que envejece. Pero detrás de su cara, sus ojos, 
hay algo que no envejece y es atemporal: su conciencia. Siéntanla.
 Al identificarse con su conciencia, y no con su cuerpo que envejece, 
fluyen con el flujo natural de envejecimiento. Se profundiza la conexión
 con quienes son verdaderamente, con la dimensión de su alma. Esta 
percepción los hace brillar con sabiduría y paz.  
 
Las bendiciones del envejecimiento
No hay nada malo con una población 
envejecida. Para empezar, las personas mayores como promedio son más 
felices, así que una población que envejece significa que la sociedad en
 su conjunto estará más contenta.
El crecimiento proporcional en la 
población que envejece también significa un fin a la explosión 
desastrosa de población que ha provocado la muerte de tantas especies 
animales y  de plantas. Avanzamos hacia un futuro con menos personas en 
la Tierra y por tanto la humanidad y la naturaleza estarán en mayor 
equilibrio.
Como resultado del número creciente de
 personas mayores, será imposible ignorarlas y menospreciarlas. La 
sociedad estará obligada a darle a los mayores el lugar que les 
corresponde. Y los propios mayores tendrán el desafío de entrar a ese 
lugar. La lógica absurda terminará, ya que desde el punto de vista 
espiritual, retira de la sociedad a las personas que están en su edad 
más fértil. Esto significa que los mayores ya no tendrán que esconderse,
 sino permitir que su luz irradie.   
Los adultos mayores traerán paz, 
sabiduría y tranquilidad a la sociedad. La humanidad  ha perdido su 
rumbo y está muy necesitada de la conexión con la realidad atemporal del
 alma. Una sociedad que toma en serio las bendiciones naturales y los 
dones del envejecimiento será una sociedad que se enfoca en la armonía 
entre los seres humanos y la armonía con la Madre Tierra, en lugar de 
perseguir el éxito y la explotación de nuestro planeta. También será una
 sociedad en la cual habrá menos temor a la muerte y a la vejez. 
Envejecer se percibirá como un proceso grácil y como un regreso gradual a
 la fuente de Luz de la que todos venimos.