 

POLVO DE ESTRELLAS
Somos poseedores de una nostalgia muy profunda y muy genéticamente exclusiva.
En  lo más hondo de nuestras entrañas, nace y muere constantemente una  espiral esencial que viaja desde nuestras zonas más oscuras hasta  nuestras cumbres más altas, entremezclándose, vibrando a una frecuencia  superior, mucho más allá de la razón.

Son  los antiguos recuerdos inmanentes e incontaminados que nos ligan con  las estrellas y con nuestro origen, que es confuso, porque así debe ser.  
Esta memoria primordial que entrometidamente osa asaltar nuestro plano animal es la encargada de recordarnos 
que somos polvo de estrellas, hijos de dioses
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La  suprema y mística ambigüedad del bien infinito y el mal infinito que  logramos entender al romper las cáscaras del tiempo y el espacio, es el  mandala arquetípico de nuestros antepasados, su esencia primordial, con  la cual nos 
hemos unido en un extraño concubinato
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No  somos ni dioses muertos ni dioses por nacer: somos sus hijos, ora  dilectos, ora despreciados como se ama y se odia la propia imagen en un  espejo
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Porque  nuestros dioses primigenios, los creadores de nuestra especie, no eran  divinos sino imperfectos, como nuestra imagen y semejanza: eran  poderosos, altivos, sabios, fuertes y exquisitos, capaces de superar los  límites de la materia, pero en ellos también convivía un mal totalmente  positivo en el mal sentido, abismal hasta profundidades que ninguna  conciencia humana podría llegar, que los arrastraba hacia las  ambiciones, los celos, las crueldades extremas y la soberbia.

Y  esas mismas imperfecciones encarnaban sus inseguridades a punto de  desear ser adorados y ensalzados por sus hijos, a cambio de darles la  vida, su arte y su ciencia. Porque nuestros dioses encarnaban el leve y  casi imperceptible comienzo de la caída, ya que al fin y al cabo somos  hijos 
del mismo ADN.

No  eran inmortales sino inmensamente longevos, sólo inmortales ante  nuestra limitada percepción del tiempo y el espacio al igual que  nosotros lo seríamos ante la percepción de una hormiga o cualquier otro  ser con tiempos de encarnación mucho más cortos que el nuestro.

Así  nos han contado la historia todos los textos sagrados de la antigüedad,  afirmando que la grandeza de nuestros ancestros se debió a que  aprendieron a beber directamente del grial de los dioses.

Dioses  que decidieron apurar en millones de años los tiempos evolutivos en  nuestros antepasados mediante manipulación genética, penetrando nuestra  primordialidad desde su tetraléctica.

Nuestros biólogos han 
descifrado el ADN de chimpancés y orangutanes,  y mientras el genoma de los primeros registran los mismos reajustes  estructurales y aceleración que los nuestros, el orangután conserva sus  genomas secuenciados ( lo que teóricamente lo convierte en el mejor  candidato para el salto evolutivo, por sobre gorilas, chimpancés y  humanos ) y los mismos no han evolucionado desde hace 15 millones de  años.

Esto  se debe a que poseen 250 retrotransposones que son los principales  responsables de mutaciones evolutivas inesperadas. Los chimpancés poseen  2.000. Nosotros 5.000. Estructuralmente, no deberíamos tener más de  100.
Quien sepa ver, que vea, quien sepa escuchar, que escuche, quien sepa leer, que lea.

Ahora nosotros, a pocos pasos de nuestra propia 
singularidad tecnológica,  podemos entenderlos y pensar como ellos, los dioses reales que nos  crearon, sin idealizarlos buscando un alivio para la incertidumbre.
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Ergo,  dándole siempre la bienvenida a la incertidumbre, podremos  comprenderlos, entrar en los hogares de sus conciencias, en la potencia y  la diversidad de su fuerza creadora, e incluso igualarlos, aún en la  inevitable fugacidad que pueda tolerar nuestra mente.
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EL FACTOR FEMENINO, CAUSA INMORTAL DE TRANSFORMACIONES HISTÓRICAS AQUÍ, EN EL UNIVERSO Y MÁS ALLÁ

Y  fue así como más tarde los dueños de nuestro código genético vieron que  nuestras hembras eran buenas y compatibles, y se relacionaron con  ellas, engendrando semidioses, acelerando la caída, la involución y  decadencia permanente de la sustancia.
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Al  ser nuestros dioses tan esclavos de las pasiones como nosotros,  paradójicamente una divinamente ambigua suma de racismo, celos y amor  podrían haber comenzado a gestar lo que tal vez nos pueda llevar a uno  de los grandes descubrimientos de todos los tiempos sobre los orígenes  de la humanidad.
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El  factor femenino, tan presente en las diosas como en las terrícolas,  habría logrado imponerse ante los celos que despertaba el constante  cruce de dioses con terráqueas:

primero  habrían impuesto un período de transición de inseminaciones  artificiales en humanas, con amamantamiento de los bebés semidioses a  cargo de las diosas, y finalmente, patearon el tablero: ahora el  material genético provendría de ellas, con lo cual los nuevos semidioses  llevarían ADN mixto y además la serie de ADN mitocondrial, que es  transmitido exclusivamente por la madre.

Así  habría sido engendrado Lugalbanda, y luego su hijo Gilgamesh, el  protagonista de la leyenda sumeria traducida y relatada por Zecharia  Sitchin.
“LA DIOSA QUE NO SE MARCHÓ”
 
    

Y  es precisamente Sitchin quien en su obra póstuma, “Hubo Gigantes en La  Tierra”, relata que hizo un seguimiento hasta el Museo Británico de  Londres de restos arqueológicos ( 17 tumbas reales ) descubiertos por el  inglés Leonard Woolley en la ciudad de Ur entre los que se encontraban  los más fastuosos y espectaculares de todos: Los de la Reina Nin.Puabi.



Sitchin  cuenta que consultó al museo si tenían entre sus planes analizar el ADN  del esqueleto de la Reina ( que conforme a sus cálculos es una reina 
nibiruana  nó 100% alienígena, pero sí portadora de ADN mitocondrial exclusivo de  su madre extraterrestre, conforme con los cambios reproductivos que ya  comentamos previamente ), y luego de someter al famoso escritor a un  paseo burocrático, le respondieron lacónicamente que “de momento, no se  tiene previsto analizar ese ADN”.

Sitchin  exhorta al museo inglés a través de su libro a llevar a cabo dichas  pruebas que podrían significar un hito en la historia misma de nuestra  especie.

 Un sitio web
Un sitio web  , “Inner Tradition Bear & Company ”, ofrece a quienes estén  interesados la posibilidad de sumarse para firmar una petición al  mencionado Museo inglés demandando se lleve a cabo el análisis de ADN  que propuso Zecharia Sitchin antes de su muerte física el pasado 9 de  Octubre de 2010 dejando este legado en su obra cumbre ( según sus  propias palabras ) que ojalá pueda cristalizarse para llevarle una  sonrisa a otros espacios-tiempo regidos por diferentes leyes ( o por  ninguna!! ) donde seguramente ya no tiene que sufrir la "Tortura de  Casandra".



Nosotros,  mientras tanto, aún universos manifestados a través de la materia,  continuaremos presintiéndonos, recordándonos, intuyéndonos con nuestros  irónicamente entrecruzados y paralelos orígenes primales, aquellos que  nos mantienen unidos a fuerzas arquetípicas invisibles de dimensiones,  fuerzas y energías geománticas y que alimentan nuestras miradas con la  nostalgia de la totalidad perdida.



 

