¡Shamballa! ¡Oh, gran centro espiritual de los Iluminados de todas las eras!. Hacemos la venia ante Tu Presencia, y nos acercamos a la órbita sagrada de Tu radiante aura con humilde gratitud por el privilegio de saber que Tú existes.
Debido a que Tú existes, nuestro planeta existe actualmente. Desde el sagrado corazón de Tus santos salones han salido TODOS los Mensajeros que han traído Luz a los hijos del hombre, y dentro de Tu Sancta Sancionan habita nuestro Señor Espiritual y rey, el Amado Sanat Kumara, “el Anciano de los Días.” Brillando con la Luz Celesial del más puro Amor de Dios, sobre las arenas del Desierto de Gobi, pulsa la Ciudad Santa de Shamballa con sus cúpulas doradas y espirales, emitiendo una Luz de otros ámbitos, más brillante aún que la de nuestro bendito sol.
El ojo interno puede ver claramente Su aureola de brillantes colores, la cual, cual Arcoiris Cósmico, tiñe la atmósfera alta por muchos kilómetros en toda dirección, mezclándose la intensidad de los colores con el azul del cielo en la periferia de su órbita circular. Al acercarse a la ciudad, el neófito sobre pies silenciosos y protegidos por sandalias siente la presencia de Amor que lo envuelve como un manto, y su sentimiento de gratitud se convierte en el poder impulsador que lleva hacia adelante a su humilde corazón, disfrutando con anticipación el júbilo que permea la gran esfera de influencia de Shamballa.
Cuando los ojos espirituales se acostumbran a la intensidad de la Luz Interna, y la auréola protectora de colores ya no oculta de los peregrinos el corazón de la Ciudad Santa, tenemos el privilegio de contemplar la ciudad etérica de Shamballa, trono del Señor del Mundo; y la vemos tal cual estaba manifiesta en la sustancia física del mundo tridimensional hace incontables centurias.
Un profundo mar azul de puro fuego rodea la ciudad, a la cual la única manera de llegar es un bellamente esculpido puente de mármol que se extiende de un lado al otro de este mar de zafiro, conectando su extremo opuesto la “Ciudad del Puente” con la etérica “tierra firme”. La ciudad entera con sus blancos minaretes apuntando hacia el cielo, y sus templos de doradas cúpulas, dan la impresión de un gigantesco loto blanco de fuego suspendido en la atmósfera. Peregrinos y Mensajeros Puede verse a muchos peregrinos rumbo a la ciudad, concentrados en sus distintas misiones, algunos llevando mensajes al Rey, otros, con la esperanza de lograr de El alguna dispensación que les dé la autoridad requerida para seguir su curso escogido de servicio para con la humanidad. Uno por uno, y grupo tras grupo, desaparecen dentro de la flamígera luz de la ciudad propiamente dicha. ..
De cuando en cuando, aparecen bellos seres que vienen de la ciudad. Las auras de estos Mensajeros Celestiales es radiante más allá de toda descripción. Se nos dice que llevan consigo a los sitios más recónditos del planeta, la Radiación y Bendiciones Espirituales desde esta Ciudad Dorada del sol. La memoria se estremece en nuestro interior al tiempo que contemplamos las “entradas” y “salidas” de los Seres brillantes, y débilmente, a través de las “bandas de olvido” viene la remembranza de que nosotros también participamos en tales actividades antes de asumir las túnicas de carne. Al ver el interés que manifestamos, nuestro Maestro guía espera pacientemente, y con un gesto indica que está listo para escoltarnos al templo del Rey.
Al poner nuestros pies sobre el puente, la poderosa radiación del mar de fuego azul abajo se hace tan intensa que sólo nos es posible proseguir ejerciendo un esfuerzo supremo de voluntad. El Maestro nos informa que precisamente nuestra habilidad para controlar esta energía constituye nuestro “pasaporte” a la Presencia. ¡Sanat Kumara Señor de Amor! Pensamientos de El llenan nuestra conciencia.
El Amor por El llena nuestros corazones, y perdiendo todo pensamiento de sí en esta callada adoración, nos encontrarnos desplazándonos a lo largo de una bella avenida delineada por árboles, cuya isla central está salpicada de fuentes de colores de arcoiris. Directamente frente a nosotros están los templos centrales, el hogar sagrado del Señor del Mundo, Sanat Kumara, cabeza de la jerarquía Espiritual del planeta Tierra, y autoridad suprema para la evolución de todos sus pueblos —encarnados y desencarnados en la actualidad. Texto de: Diario de “El Puente a la Libertad” Vol. 1. El Morya