¡Saludos a todo el que lea este mensaje!
Soy Melquisedec, el que es llamado el Anciano de los Días por algunas
culturas, el Eterno Servidor por otras, además de otros nombres por los
que se me conoce.
Desde tiempos inmemoriales, las hordas del mal han tratado de vencer la
armonía y el buen hacer de los servidores de la luz, y lo han intentado
de muchas y diversas maneras.
En su ignorancia, han pretendido siempre contradecir la Voluntad del
Eterno, como si alguien perteneciente a Su Creación pudiera hacerle
sombra o crearle dificultades.
Eso es ciertamente imposible, pues hasta los que se vuelven contra Él,
Dios se lo permite para que se cumplan Sus designios, y a través de los
trastornos que esos seres oscuros ocasionan, otros que están en su
proceso de aprendizaje puedan aprender a elegir de bando.
Al final todos son arrastrados, no, mejor conducidos hasta el centro de
equilibrio, el camino del medio, el Tao, la Divina Armonía, el concepto
ancestral del Todo, el Nirvana, el Paraíso, la comunión ulterior con el
Creador.
También lo serán los seres que ahora están luchando contra la Luz.
En estos tiempos de crecimiento espiritual, y también de olvido del
Cristo, de Buda y de Alá, del Gran Espíritu y de Jehová o Yahvé, las
almas se dirigen por iniciativa propia hacia el lado al que deciden
estar, o al de la luz o al de la ignorancia, al de la sabiduría o al del
interés propio, al del amor o al del odio, al de la cooperación o al de
la desesperación.
Mi pregunta para ti, hijo, es ¿hacia cuál estás dirigiendo tus pasos?
Bien, si está leyendo esta comunicación, esta canalización como el
hombre la llama ahora, es señal de que has optado por la Luz; de lo
contrario ni siquiera repararías en mis palabras, ni te molestarías en
saber lo que quiero decirte, mi amado.
No obstante, y como está escrito, "muchos serán los llamados, pero pocos los escogidos".
A muchos los llamará Dios a Su lado, pero la inmensa mayoría decidirá
posponer el llamado y el compromiso de seguir activamente la misión que
él determine para esa persona, recreándose en la satisfacción de sus
sentidos o en la búsqueda de comodidades, aduciendo que "ya habrá tiempo de dedicarme de lleno a mis responsabilidades con mi misión, aún soy joven y quiero vivir la vida".
¿Te puedes hacer una idea de cuántos hay que piensan así? Pues son
incontables, muchísimos. Y eso, queridos, es algo que nos entristece.
Son muy pocos los que deciden comprometerse. Y aún entre los que
deciden aceptar ese compromiso, la gran mayoría lo hace buscando una
recompensa, o el reconocimiento de los demás. Muy pocos, poquísimos, lo
hacen con un corazón sencillo, humilde y desinteresado, por el simple
hecho de ayudar al Supremo Creador en Su Plan Divino.
Soy de la opinión de que todos los que se han comprometido, lo han
hecho porque han recibido, de alguna manera, un atisbo (por tenue que
sea) de la grandeza y la magnificiencia del Innombrable, y ellos se
sienten más bien en deuda con Él por haber puesto Su confianza en ellos.
Se ven pequeños, como una caña al viento, indefensos y extremadamente
vulnerables, porque su especial sensibilidad los hace así, y necesitan
contínuamente de nuestra guía y la de su voz interior, para saber que
están siendo guiados y que sencillamente no se han vuelto locos.
Pero no, muy lejos de estar locos, en realidad están bien anclados en
el buen camino, que les conducirá a la dicha y la bienaventuranza
eterna.
Son los que en su ceguera piensan sólo en sí mismos y en su propio
placer, los que caerán en depresión y en desesperación en multitud de
veces, y suyo será el remordimiento y el "crujir de dientes" cuando
comprendan que perdieron su tiempo y su oportunidad en esta encarnación,
por buscar únicamente su propia satisfacción y no la del bien común,
que es lo que desea Dios nuestro Señor.
Busca, pues, la manera en que puedes cooperar en el bien común,
haciendo uso de los talentos y destrezas que Dios te ha otorgado a tal
fin.
Mis bendiciones para todos vosotros, los que habéis acudido al llamado,
y los que estáis volcados a la búsqueda exclusiva de vuestro propio
placer.
Mi Amor, como reflejo que soy del Creador, es para todos por igual,
como la luz del sol que les llega a todos por igual, hagan lo que hagan y
piensen como piensen.
En la Luz, el Amor y el Poder del Dios vivo,
Melquisedec.
Fuente: Melquisedec
Canal: Kris-Won