El amor es la energía que,
de verdad, transforma y libera. Lo hemos oído
muchas veces, pero ¿nos atrevemos a aplicarlo
cuando es más necesario?
Ofrecer un abrazo,
tender una mano, responder con serenidad desde el
corazón. Es fácil hacerlo cuando no existe
provocación, pero la evolución se
halla en ofrecerlo cuando el ego quiere responder
con lucha, porque se siente herido
o atacado.
A simple vista podría parecer
que el amor es una energía demasiado suave para
producir un cambio. Sin embargo es la energía más
poderosa del Universo. Respondiendo con amor
podemos transformar la rabia, aliviar el
sufrimiento, elevar la vibración de la persona que
sufre o se ofusca, y también, la propia.
Una sonrisa,
un gesto amable, un abrazo, un gracias,
un te quiero, un lo siento
pueden acabar con un conflicto en un
instante. Esa misma vibración,
sostenida en el tiempo, con actos, pensamientos y
palabras, puede generar una auténtica
transformación en la persona que los emite y
también, por resonancia, en los
demás.
Cuando nos decidimos a ser amor, en
vez de lucha, enviamos una orden al Universo:
quiero evolucionar; estoy dispuesto a crear, no a
destruir. Creo cuando emito amor, destruyo cuando
genero lucha. La lucha pertenece a la era que ya
se fue. El
amor es la energía de la Nueva
Tierra, pero para que se
manifieste, de manera patente en nuestras vidas,
es necesario que cada uno de nosotros tomemos esa
decisión y nos dispongamos a llevarla a cabo,
aunque nos cueste. Nuestras resistencias se irán
venciendo poco a poco, a medida que nos demos
cuenta de los resultados.
Ser amor en vez de
lucha, ante cada afrenta, conflicto o dificultad,
genera una gran transformación.
Esa transformación siempre es positiva y produce
satisfacción. Cuando comenzamos a crear desde el
amor, esa vibración envuelve nuestras vidas, que
poco a poco se van volviendo más gratas y
felices.
Evolucionamos siendo amor
cuando el ego quiere ser otra
cosa. Para convencer al ego, sólo
hay que demostrarle los beneficios que se obtienen
al ser amor, en vez de lucha, en cada situación.
Para demostrárselo sólo tenemos que atrevernos a
aplicar las soluciones que propone el
corazón, porque en él se halla el
alma y ésta es puro amor. Nuestra propia evolución
genera una onda expansiva, que influye
positivamente en los demás. Sembramos así semillas
de amor sobre la Tierra. Semillas que irán
floreciendo, a medida que todos comprendamos lo
esencial: que el amor es la energía que de verdad
transforma, libera y
une.
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