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miércoles, 3 de agosto de 2016

EL CIELO EN LA TIERRA-El encuentro

 

 

 

EL CIELO EN LA TIERRA




Posted: 01 Aug 2016 10:30 PM PDT

Llegué a un monte cercano, perteneciente al pueblo donde me hospedaba. Recuerdo que el anciano que ostentaba la fonda en la cual me alojaba, me había hablado de un hombre santo, que habitaba entre las gentes de aquel lugar. Desde mi llegada, su nombre sonaba insistentemente en mis oídos. Las lagunas que anegaban mi fuero interno habían transportado esta maltrecha alma hasta aquella apacible zona. Sin duda, el destino me deparaba insospechadas sorpresas, que le concederían una nueva perspectiva a mi vida.

La voz de aquel hombre retumbaba por doquier. Su tono, seducía el alma de todos los asistentes, llevándolos hasta la embriaguez extática. Su figura, erguida, fuerte y saludable, era acompañada por una luz que asemejaba envolver todo su ser. Los cabellos largos hasta los hombros, blancos y etéreos, una barba poblada, de idéntico semblante y dos ojos profundos del color de las almendras, lo dotaban de un misticismo acentuado.

Me senté en una roca cercana, disponiéndome a escucharlo:

-Hoy, estáis reunidos aquí, para escuchar mis palabras.

Yo soy como una flor que se insinúa a los insectos, con su perfume y color. Sed pues como las abejas, venir a libar mi néctar, pues, alimento Espiritual es.

Muchos de vosotros sois reticentes a abrir vuestros corazones a la llamada del Amor. Recordad que el tiempo que pasamos en esta envoltura carnal es una ínfima parte de la que ha de recorrer nuestro verdadero Ser. Sin Amor no existe la vida, pues esta se asemeja a hojas secas que ha consumido el gélido invierno del egoísmo, cuando él no está presente. Amar es respirar y sentir los rayos del astro rey acariciando nuestra faz. Es una cálida brisa que transporta nuestra alma hasta terrenos divinos.

No existe diferencia entre vivir y amar, pues una sóla cosa es. Debéis abrir los sentidos y vuestros sentimientos hacia los demás. Tenéis que ser conscientes de vuestra fuente primigenia, aquella de donde manasteis. Sois haces de luz que surgieron de un mismo foco. Algunos han perdido el recuerdo, otros lo intuyen, unos pocos saben a ciencia cierta de dónde provienen. Es por ello que todos somos una unidad con aquel que nos engendró; tan solo hemos de ser capaces de recordar nuestra procedencia. Así es que todos y cada uno de nosotros podemos ser denominados con el nombre de hermano, pues todos somos hijos de la misma luz, gotas de idéntica fuente.

Acalló su voz durante un instante, sus ojos se humedecieron, acto seguido la voz tomó un tinte de suave y aterciopelado timbre:

-Y aún más, mis queridos hermanos, si todos hemos provenido del mismo lugar, siendo cierto y verdadero, que brotamos de un mismo manantial, así mismo os he de decir que seguimos formando parte de Él. Jamás fuimos alejados de nuestra morada, pues continuamos siendo uno con aquel del cual emanamos.

Con lágrimas, acariciando su fina piel y la voz entrecortada, añadió:

-Pues nuestro Padre y nosotros, Somos Uno. Nosotros Somos Él y Él es nosotros. No existe separación alguna, tan solo hemos perdido el recuerdo de nuestra procedencia. Es por ello que el espejismo de la dualidad es reconocido como unidad cuando el velo de la ignorancia y del olvido es descorrido de nuestra mente.

Solo entonces nos reconocemos como verdadera identidad, fundidos con nuestro Padre. Es cuando somos conscientes que el amante y el amado una sola cosa son. Se revela la certera verdad, aquella que indica que no existe distancia ni separación, y nos desvela el verdadero rostro que veneramos: este no es otro, que nuestro propio rostro. Padre e hijo, idéntico ser son.

Alzó la mirada al cielo, abriendo los brazos, tras un breve instante los cerró, abrazando su propio cuerpo. Súbitamente fui inundado por una paz exultante. Por primera vez experimenté el amor en estado puro. Sin darme cuenta, las lágrimas resbalaban por mis mejillas, aquel sentimiento no se podía expresar en palabras; tan solo era posible experimentarlo a través del alma.

Desconozco el tiempo que me mantuve en íntima comunión con mi espíritu. Cuando abrí los ojos, me encontraba en plena soledad. Los rayos del Sol daban sus últimas pinceladas a un precioso cielo, tiñendo de púrpura el horizonte. Muy lentamente, fui resurgiendo del extático estado en el que me encontraba. Con la vista todavía entre nublada, atisbé una figura frente a mí. Su túnica blanca me era familiar. Por fin, pude observar con total nitidez de quién se trataba. Una sonrisa, impregnada de beatitud me aguardaba.

La voz, se dejó sentir, como una preciosa sinfonía:

-¿Tienes sed?- la pregunta, me desconcertó. Supongo que, intuyéndolo, añadió:

-Ven, yo calmaré tu anhelo de probar las fuentes de la divinidad. Te daré de beber el vino que embriagará tus sentidos; hasta volverte loco de Amor Celestial. Tu copa es honda, hermano mío, escanciemos el elixir de lo eterno en ella, hasta que se desborde, para poder realizar la Unión con aquel que siempre fuiste Tú.

De esta forma conocí, al hombre que transformó mi vida, en una perpetua comunión con el Ser Divino.

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Autor: Matías Márquez (gaudapada@hotmail.com)
Fuente: De su libro Alma embriagada (Editorial: Visión Libros)