Todo lo
que es cambiante y sucede como una apariencia… es efímero y superficial. Tu
vida no debe ser construida sobre lo que cambia y es transitorio porque esto
está en medio de su propia disolución justo enfrente de tus ojos.
Construye
tu existencia sobre el Ideal de la Fuente Padre/Madre; este es nuestro regreso
a la forma en este tiempo… para dejarte absolutamente claro el camino a casa en
tu propia unicidad personal con la Vida e Impulso Otorgado dentro de ti.
Micael de
Nebadon.
CAPÍTULO 15
EL INSTANTE SANTO
Los dos
usos del tiempo
¿Puedes
imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocupaciones ni ansiedades de
ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el
tiempo? Ése es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y
nada más. El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas
hasta que éstas no constituyan lo único que sabes. Su función docente no se
consumará hasta que no seas un alumno tan dedicado que sólo aprendas de Él.
Cuando eso haya ocurrido, ya no tendrás necesidad de un maestro, ni de tiempo
en el que aprender.
La razón
del aparente desaliento del que tal vez padezcas es tu creencia de que ello
toma tiempo y de que los resultados de las enseñanzas del Espíritu Santo se
encuentran en un futuro remoto. Sin embargo, no es así, pues el Espíritu Santo
usa el tiempo a Su manera, y no está limitado por él. El tiempo es Su amigo a
la hora de enseñar. No causa deterioro en Él como lo hace en ti. Todo el
deterioro que el tiempo parece ocasionar se debe únicamente a tu identificación
con el ego, que se vale del tiempo para reforzar su creencia en la destrucción.
El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de
la inevitabilidad del objetivo y del final del aprendizaje. El objetivo del ego
es la muerte, que es su propio fin. Mas el objetivo del Espíritu Santo es la
vida, la cual no tiene fin.
El ego es
un aliado del tiempo, pero no un amigo. Pues desconfía tanto de la muerte como
de la vida, y lo que desea para ti, él no lo puede tolerar. El ego te quiere
ver muerto, pero él no quiere morir. El resultado de esta extraña doctrina no
puede ser otro, por lo tanto, que el de convencerte de que él te puede
perseguir más allá de la tumba. Y al no estar dispuesto a que ni siquiera en la
muerte encuentres paz, te ofrece inmortalidad en el infierno. Te habla del
Cielo, pero te asegura que el Cielo no es para ti. Pues, ¿qué esperanzas pueden
tener los culpables de ir al Cielo?
Creer en
el infierno es ineludible para aquellos que se identifican con el ego. Sus
pesadillas y sus miedos están asociados con él. El ego te enseña que el
infierno está en el futuro, pues ahí es hacia donde todas sus enseñanzas
apuntan. Su objetivo es el infierno. Pues aunque tiene por finalidad la muerte
y la disolución, él mismo no cree en ello. El objetivo de muerte que ansía para
ti, le deja insatisfecho. Nadie que siga sus enseñanzas puede estar libre del
miedo a la muerte. Sin embargo, si se pensase en la muerte simplemente como el
fin del dolor, ¿se le tendría miedo? Hemos visto antes esta extraña paradoja en
el sistema de pensamiento del ego, pero nunca tan claramente como aquí. Pues el
ego tiene que dar la impresión de que mantiene al miedo alejado de ti para
conservar tu fidelidad. Pero tiene que generar miedo para protegerse a sí
mismo. Una vez más, el ego intenta y lo logra con demasiada frecuencia, hacer
ambas cosas, valiéndose de la disociación para mantener sus metas
contradictorias unidas, de manera que parezcan estar en armonía. El ego enseña,
por lo tanto, que la muerte es el final en lo que respecta a cualquier
esperanza de alcanzar el Cielo. Sin embargo, puesto que tú y el ego no podéis
estar separados, y puesto que él no puede concebir su propia muerte, te seguirá
persiguiendo porque la culpabilidad es eterna. Tal es la versión que el ego
tiene de la inmortalidad. Y eso es lo que su versión del tiempo apoya.
El ego
enseña que el Cielo está aquí y ahora porque el futuro es el infierno. Hasta
cuando ataca tan despiadadamente que trata de quitarle la vida al que cree que
Su Voz es la única que existe, incluso a ése le habla del infierno. Pues le
dice que el infierno está también aquí, y lo incita a que salte del infierno al
olvido total. El único tiempo que el ego le permite contemplar a cualquiera con
ecuanimidad es el pasado. Mas el único valor de éste es que no existe.
¡Cuán
desolado y desesperante es el uso que el ego hace del tiempo! ¡Y cuán
aterrador! Pues tras su fanática insistencia de que el pasado y el futuro son
lo mismo se oculta una amenaza a la paz todavía más insidiosa. El ego no hace
alarde de su amenaza final, pues quiere que sus devotos sigan creyendo que les
puede ofrecer una escapatoria. Pero la creencia en la culpabilidad no puede
sino conducir a la creencia en el infierno, y eso es lo que siempre hace. De la
única manera en que el ego permite que se experimente el miedo al infierno es
trayendo el infierno aquí, pero siempre como una muestra de lo que te espera en
el futuro. Pues nadie que se considere merecedor del infierno puede creer que
su castigo acabará convirtiéndose en paz.
El
Espíritu Santo enseña, por lo tanto, que el infierno no existe. El infierno es
únicamente lo que el ego ha hecho del presente. La creencia en el infierno es
lo que te impide comprender el presente, pues tienes miedo de éste. El Espíritu
Santo conduce al Cielo tan ineludiblemente como el ego conduce al infierno.
Pues el Espíritu Santo, que sólo conoce el presente, se vale de éste para
desvanecer el miedo con el que el ego quiere inutilizar el presente. Tal como
el ego usa el tiempo, es imposible librarse del miedo. Pues el tiempo, de
acuerdo con las enseñanzas del ego, no es sino un recurso de enseñanza para
incrementar la culpabilidad hasta que ésta lo envuelva todo y exija eterna
venganza.
El
Espíritu Santo quiere desvanecer todo esto ahora, No es el presente lo que
da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no existen. El miedo no tiene
cabida en el presente cuando cada instante se alza nítido y separado del
pasado, sin que la sombra de éste se extienda hasta el futuro. Cada instante es
un nacimiento inmaculado y puro en el que el Hijo de Dios emerge del pasado al
presente. Y el presente se extiende eternamente. Es tan bello, puro e inocente,
que en él sólo hay felicidad. En el presente no se recuerda la obscuridad, y lo
único que existe es la inmortalidad y la dicha.
Esta
lección no requiere tiempo para aprenderse. Pues, ¿qué es el tiempo sin pasado
ni futuro? El que te hayas descarriado tan completamente ha requerido tiempo,
pero ser lo que eres no requiere tiempo en absoluto. Empieza a usar el tiempo
tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para
alcanzar paz y felicidad. Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en
él como si fuese todo el tiempo que existe. En él nada del pasado te puede
afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto, complemente
libre y sin condenación alguna. Desde este instante santo donde tu santidad
nace de nuevo, seguirás adelante en el tiempo libre de todo temor y sin
experimentar ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo.
El tiempo
es inconcebible sin cambios, mas la santidad no cambia. Aprende de este
instante algo más que el simple hecho de que el infierno no existe. En este
instante redentor reside el Cielo. Y el Cielo no cambiará, pues nacer al
bendito presente es librarse de los cambios. Los cambios son ilusiones que
enseñan a los que no se pueden ver a sí mismos libres de culpa. En el Cielo no
se producen cambios porque Dios es inmutable. En el instante santo, en que te
ves a ti mismo resplandeciendo con el fulgor de la libertad, recuerdas a Dios.
Pues recordarle es recordar la libertad.
Si sientes
la tentación de desanimarte pensando cuánto tiempo va a tomar poder cambiar de
parecer radicalmente, pregúntate a ti mismo: "¿Es mucho un instante?"
¿No le ofrecerías al Espíritu Santo un intervalo de tiempo tan corto para tu
propia salvación? Él no te pide nada más, pues no tiene necesidad de nada más.
Requiere mucho más tiempo enseñarte a que estés dispuesto a darle a Él esto,
que lo que Él tarda en valerse de ese ínfimo instante para ofrecerte el Cielo
en su totalidad. A cambio de ese instante, Él está listo para darte el recuerdo
de la eternidad.
Mas nunca
le podrás dar al Espíritu Santo ese instante santo en favor de tu liberación,
mientras no estés dispuesto a dárselo a tus hermanos en favor de la suya. Pues
el instante de la santidad es un instante que se comparte, y no puede ser sólo
para ti. Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuerda que su
instante de liberación es el tuyo. Los milagros son los instantes de liberación
que ofreces y que recibirás. Dan testimonio de que estás dispuesto a ser
liberado y a ofrecerle el tiempo al Espíritu Santo a fin de que Él lo use para
Sus propósitos.
¿Cuánto
dura un instante? Dura tan poco para tu hermano como para ti. Practica conceder
ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el
tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. Mediante tu
dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus
hermanos. Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. No seas reacio a dar lo que
quieres recibir de Él, pues al dar te unes a Él. En la cristalina pureza de la
liberación que otorgas radica tu inmediata liberación de la culpabilidad. Si
ofreces santidad no puedes sino ser santo.
¿Cuánto
dura un instante? Dura el tiempo que sea necesario para re-establecer la
perfecta cordura, la perfecta paz y el perfecto amor por todo el mundo, por
Dios y por ti; el tiempo que sea necesario para recordar la inmortalidad y a
tus creaciones inmortales que la comparten contigo; el tiempo que sea necesario
para intercambiar el infierno por el Cielo. Dura el tiempo suficiente para que
puedas transcender todo lo que el ego ha hecho y ascender hasta tu Padre.
El tiempo
es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo. Él necesita muy
poco para restituirte todo el poder de Dios. Aquel que transciende el tiempo
por ti, entiende cuál es el propósito del tiempo. La santidad no radica en el
tiempo, sino en la eternidad. Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de
Dios pudiese haber perdido su pureza. Su estado inmutable está más allá del
tiempo, pues su pureza permanece eternamente inalterable y más allá del alcance
del ataque. En su santidad el tiempo se detiene, y deja de cambiar. Y así, deja
de ser tiempo. Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna
santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad. Da el instante
eterno, para que en ese radiante instante de perfecta liberación se pueda
recordar la eternidad por ti. Ofrece el milagro del instante santo por medio
del Espíritu Santo, y deja que sea Él Quien se encargue de dártelo a ti.
Nuestras Comunidades de Luz
y Vida están diseñada para Sanar... Bendecir...
Prosperar... Educar... Informar.... Iluminar...
Our Community of Light and Life is designed to progressively Heal,.. Bless,..Prosper .. Educate
.. Enlighten .. Illuminate.
Micael de Nebadon
Enseñanzas del Espíritu de la Verdad,
Santo Consolador
MICHAEL OF NEBADON FOUNDATION
Michael Of Nebadon Foundation
FUNDACIÓN MICAEL DE
NEBADON
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NEBADON
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