Por años he tratado de entender la manera en que uno es capaz de crear las experiencias que tiene. ¿Cómo mismo podemos crear cosas dolorosas, complicadas y difíciles? Si soy yo la que crea la realidad de mi vida, ¿por qué habría de generar experiencias que, aparentemente, no las he buscado? ¿Cómo es que puedo atraer personas tóxicas, situaciones en que me hieren o me maltratan? Años de observación, de trabajo psicológico, de apertura y profundización espiritual y no he podido llegar al eje del asunto. Cada vez se aclaran más cosas y, al entender que todo es energía, cobra sentido que cada persona sea como una concentración de energía que emite una vibración y que atrae lo que resuena con esa vibración. Eso implica que, consciente o inconscientemente, estoy emitiendo un tipo de frecuencia que hace que genere lo que me sucede. Una parte de mí todavía desea negarlo porque es demasiada responsabilidad aceptar que yo misma estoy creando todas las situaciones, buenas y malas. Es más fácil pensar que somos víctimas de algunas experiencias o que las cosas pasan sin que tengamos mucho que ver en el asunto y que son, más bien, situaciones circunstanciales que han coincidido con el momento. Aún siendo bebe, niño y adolescente, las cosas no son tan circunstanciales como quisiéramos que fuesen. Nuestra niñez, buena o mala, dolorosa o alegre, es consecuencia de una resonancia, de una frecuencia que genera una respuesta vibratoria que hace que se manifiesten las cosas. No hay que juzgarlo, hay que comprenderlo. Si son malas las experiencias, en su mayoría, no hay que sentirse culpable o mal, más bien, sería mejor descubrir lo que nos hace atraerlas. En vista de que la mayor parte del tiempo estamos proyectando desde nuestro subconsciente nos cuesta encontrar el sentido de lo que nos sucede y menos podemos aceptarlo como algo que nosotros mismos generamos. Hay tantas cosas por descubrir sobre la psique que podemos pasar la vida entera encontrando el camino de discernimiento. Hoy algo tiene un sentido, mañana tiene otro sentido y todo vale en el camino del despertar. Muchas veces necesitamos crear experiencias difíciles y dolorosas porque ese es el mejor camino para lograr algún nivel de claridad. Así que por eso no hay que juzgar las cosas como si se tratara de pesarlas en una balanza entre el bien y el mal.
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Estos “principios” expresados por personajes históricos tan importantes nos dan pautas de que necesitamos ampliar nuestra visión. Necesitamos expandir nuestra percepción hasta entender, a nivel celular, lo que nos están transmitiendo. Todo esto implica que rompamos con nuestras limitaciones. Implica que descubramos, en nuestro interior, la respuesta para luego convertirnos en esa respuesta. Implica que despertemos, en la vida, de la vida que creemos que es la verdad de la existencia. Es tan fuerte el condicionamiento y nuestras creencias sobre todo que eso se ha convertido en una pared kilometricamente densa de bloqueo para ver, realmente, las cosas como son. La tarea que tenemos en nuestras manos es difícil, a ratos parecería imposible, tan imposible como Luke Skywalker pensó que era la enseñanza de Yoda cuando le dijo que saque la nave hundida de los pantanos del sistema Dagobah. “¿Imposible? ¡No! ¡Sólo en tu mente! Tienes que desaprender lo que has aprendido”, le dijo Yoda a Luke. Y es, exactamente, lo mismo que necesitamos hacer nosotros: desaprender lo aprendido. Pensamos que muchas cosas que nos suceden son hechos aislados. Vemos a los otros como separados de nosotros. Creemos que nuestras diferencias con los demás son consecuencia de que somos personas individuales con visiones distintas de las cosas. Pero, ¿qué tal si viéramos todo lo que nos rodea, todo lo que nos sucede en relación a los demás y con los demás, como un reflejo de uno mismo? Finalmente, todo está conectado. ¿Qué significa esto? Todo está conectado… Pensemos… Reflexionemos sobre esto…
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Por suerte, tenemos las pautas que nos han dejado los sabios y podemos saber que hay algo más allá que necesitamos descubrir pero, quizás no es más allá sino más acá. Aún sosteniendo la idea de que nada está separado y que todos somos uno, podemos no entenderlo en su esencia. Nos hacemos ideas, lo imaginamos, pero no es sino hasta experimentarlo que podremos saber lo que eso, realmente, significa. Nisargadatta dijo: “para comprender las corrientes de un río, aquel que desea conocer la verdad, debe ingresar en el agua.”También dijo: “no puedes trascender aquello que no conoces, para ir mas allá de ti mismo debes conocer quien eres.” En otras
palabras, para trascender la ilusión, hay primero que reconocerla. Eso es lo que no podemos hacer la mayoría porque nos domina la fuerza del pensamiento colectivo que ha creado la realidad en que vivimos. Hace tres mil o cinco mil años las cosas no eran igual. Si creemos lo que Platón mencionó sobre la Atlántida e investigamos sobre su posible existencia, podremos descubrir que fue una civilización que vivió en un nivel de conciencia superior al que tenemos ahora. Es más, existen, hoy en día, innumerables documentales sobre civilizaciones ancestrales que nos muestran un desarrollo superior al logrado por nuestra civilización actual. Entonces, ¿compramos la idea de que somos lo más avanzado en la historia de la humanidad porque aceptamos la teoría de la evolución? Creemos en todas las especulaciones sobre la existencia, sobre un dios, sobre el sentido de la vida y hemos fallado, tenazmente, en desarrollar las herramientas para aprender a encontrar respuestas de lo que es vital y esencial en uno mismo. ¿Qué podemos hacer para recuperar la conexión con lo esencial? Considero que es de vital importancia empezar un viaje de investigación interior. Necesitamos aprender a cuestionarnos hasta atar cabos internos. Aprender a vernos reflejados en los demás y, por ende, no tomar las cosas de manera personal sino como una respuesta vibracional a lo que no podemos ver en nosotros mismos. La vida nos ayuda devolviéndonos, a través de nuestras interacciones con los demás, la posibilidad de ver afuera lo que no podemos ver adentro. Necesitamos darnos más tiempo a solas y en silencio para poder despertar la voz interior. Aprender a meditar, mirar adentro, observarnos, observar el movimiento del pensamiento y ubicar las cosas en su lugar. No somos lo que pensamos, tampoco somos lo que sentimos y menos el cuerpo con el que nos movilizamos. Todo eso es parte de la ilusión y la ilusión existe pero no es lo esencial de la vida. Cuando vamos reconociendo esta diferencia entre el observador y el pensamiento, el observador y el sentimiento, empezamos a comprender esta dimensión de la existencia y reconocemos que hay algo que trasciende. ¡Eso es apenas el primer paso!
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http://www.goypaz.com/creamos-nuestra-realidad-consciente-o-inconscientemente/