por Emilio Silvera
La vida microscópica está por todas partes…¡En otros mundos (creo) que también.
“La idea de que la vida en el Universo sólo existe en la Tierra es básicamente precopernicana. La experiencia nos ha enseñado de forma repetida que este tipo de pensamiento es probablemente erróneo. ¿Por qué nuestro pequeñísimo asentamiento debe ser único? Al igual que ningún país ha sido el centro de la Tierra, tampoco la Tierra es el centro del Universo.”
Así se expresaba Fred Hoyle.
Los icebergs, esas enormes montañas de
hielo desgajado que flotan en el mar y que se hicieron famosas por
causar el hundimiento del Titanic, ya no son patrimonio exclusivo de la
Tierra. Gracias a la nave espacial Galileo, desde 1997 sabemos que
también existen en Europa, uno de los cuatro satélites principales de
Júpiter, que con sus 3.138 Km de diámetro tiene un tamaño muy similar al
de la Luna. Si exceptuamos Marte, puede que no exista ningún otro lugar
próximo a la Tierra sobre el que la ciencia tenga depositadas tantas
esperanzas de que pueda haber formas de vida, con el aliciente de que en
esta luna joviana ha ocurrido un proceso opuesto al del planeta rojo
merced a su exploración.
Mientras que los ingenios espaciales
enviados por el hombre revelaron que la naturaleza marciana es mucho
más hostil para la vida de lo que insinuaban los telescopios de
Schiaparelli, Lowell y Pickering, las sondas Voyager y Galileo han
encontrado en Europa el mejor candidato del Sistema solar para albergar
la vida extraterrestre (sin olvidar Encelado).
Los familiares paisajes de Marte
Para los exobiólogos, esos científicos
que estudian la existencia de la vida en otros lugares del Universo,
Europa ha sido la gran revelación del siglo XX, y Titán, una luna de
Saturno que es la segunda más grande del Sistema Solar, constituye una
gran incógnita que, poco a poco, se va desvelando gracias a la misión
Cassini-Huygens, uno de los más ambiciosos proyectos de la NASA.
Titán
Encelado
Lo más importante de la exploración
sobre Europa, a pesar de su enorme interés científico, no fueron sus
fotografías, sino los indicios inequívocos de su océano líquido bajo la
superficie que, además, tiene todas las características de ser salado
Esos dos satélites de Júpiter y Saturno
conforman, junto a Marte (y Encelado), los principales puntos de
atención en la búsqueda de la vida extraterrestre, aunque eso no
significa que vayamos a encontrarla allí, según todos los datos que se
van acumulando, el índice de probabilidades de que ciertamente exista
alguna clase de vida en el planeta y las lunas mencionadas, es muy alto.
Es decir, si al margen del caso privilegiado de la Tierra existen tres
nombres propios en el Sistema Solar donde no está descartada su
existencia, esos son, Marte, Europa y Titán.
Sobre Marte, el planeta más parecido a
la Tierra, a pesar de sus notables diferencias, nuestros conocimientos
actuales son extensos y muy valiosos, pero nos falta desvelar lo
fundamental. Y es que, a pesar de los grandes avances conseguidos
durante las exploraciones espaciales, los astrónomos actuales siguen
obligados a contestar con un “no lo sé” cuando alguien le pregunta sobre
la existencia de vida en aquel planeta.
Europa
En lo concerniente a Europa, pocas
fotografías entre las centenares de miles logradas desde que se inició
la era espacial han dejado tan atónitos a los científicos como las
transmitidas en 1997 por la nave Galileo. Desde 1979 se sospechaba,
gracias a las imágenes de la Voyager 2, que la superficie del satélite
joviano estaba formada por una sorprendente costra de hielo. Su
predecesora, la Voyager 1, llegó al sistema de Júpiter en marzo de ese
año, pero no se aproximó lo necesario a Europa y sólo envió fotografías
de apariencia lisa como una bola de billar surcada por una
extraordinaria red de líneas oscuras de naturaleza desconocida. En julio
de 1979, poco después, la Voyager 2 obtuvo imágenes más detalladas, que
desconcertaron a los científicos porque sugerían que la helada
superficie podía ocultar un océano líquido, un paisaje inédito hasta el
momento en el Sistema Solar.
Pero lo más asombroso estaba por
ver, y transcurrieron dieciocho años hasta que una nueva misión espacial
les mostró a los científicos que Europa es una luna tan extraordinaria
que incluso parece albergar escenarios naturales como los descritos por
Arthur C. Clarke en su novela 2010, Odisea dos. En enero de 1997, la
NASA presentó una serie de imágenes en las que la helada superficie de
Europa aparecía fragmentada en numerosos puntos. La increíble red de
líneas oscuras que había mostrado una década antes la nave Voyager
apareció en estas imágenes con notable detalle, que permitió ver surcos,
cordilleras y, sobre todo, hielos aparentemente flotantes, algo así
como la réplica joviana a los icebergs terrestres.
Lo más importante de la exploración
sobre Europa, a pesar de su enorme interés científico, no fueron sus
fotografías, sino los indicios inequívocos de su océano líquido bajo la
superficie que, además, tiene todas las características de ser salado.
La NASA ha tenido que reconocer que todos los estudios realizados en
Europa dan a entender la posibilidad y muestran una notable actividad
geológica y fuentes intensas de calor. Las posibilidades de vida en la
superficie parecen prácticamente nulas, puesto que se halla a una
distancia media del Sol de unos ochocientos millones de kilómetros y su
temperatura es inferior a los 150 grados bajo cero. Sin embargo, si bajo
la helada corteza existe un océano de agua líquida como creen la mayor
parte de los investigadores y expertos, nos encontramos ante la mayor
oportunidad para la vida en el Sistema Solar después de la Tierra.
Los sensores de las naves
exploradoras han detectado un campo magnético en Europa que cambia de
forma constante de dirección, hecho que sólo puede explicarse si este
mundo en miniatura posee elementos conductores muy grandes. Como quiera
que el hielo, presente en la corteza, no sea un buen conductor, la NASA
ha sugerido que esas fluctuaciones del campo magnético de Europa
estarían asociadas a la existencia de un océano de agua salada bajo la
superficie.
Quizá no debamos dejarnos llevar por la
imaginación pero, incluso muchos de los científicos de la NASA, tras
haber visto los Icebergs fotografiados por la Galileo, recordaron
emocionados el pasaje de 2010, Odisea dos, en el que el profesor Chang
lanza a la Tierra un estremecedor grito desde los lejanos abismos del
Sistema Solar: “¡Hay vida en Europa!” Repito: “¡Hay vida en Europa!”.
Del extraordinario viaje emprendido para
dar un merecido homenaje a Cassini y Huygens y financiado de manera
conjunta por la NASA y la ESA, todos tenemos un conocimiento aceptable a
través de las noticias y de nuestras lecturas científicas. En el año
2004 la nave nodriza Cassini, lanzada en 1997, inició la exploración de
Saturno y su corte de satélites y, la información recibida hasta el
momento es de tan alto valor científico que nunca podremos agradecer
bastante aquel esfuerzo.
Titán
No cabe dudas de que la NASA tenía
su principal interés puesto en la nave Cassini y Saturno, pero Titán ha
tenido una atención especial que los americanos compartieron con la
Agencia Europea ESA, la nave principal o nodriza Cassini se desprendió
del módulo Huygens de la ESA, cuya misión será caer sobre Titán,
pero antes tenía que estudiar su atmósfera, su superficie y otros
elementos científicos de interés que nos dijeran como era aquel “mundo”.
Titán es, de hecho, la luna más
enigmática que se conocía. Junto a Io y Tritón en Neptuno forma el trío
de únicos satélites del Sistema Solar que mantiene atmósfera apreciable;
pero Titán es radicalmente diferente, puesto que mientras en aquellos
dos la densidad atmosférica es muy baja, en la luna mayor de Saturno
supero, incluso a la de la Tierra. Esto es algo insólito que dejó
pasmado a los científicos del Jet Propulsión Laboratory de la NASA
cuando obtuvieron los primeros datos a través de la Voyager. La presión
atmosférica es 1,5 veces la de la Tierra, un hecho sorprendente para su
tamaño, puesto que en otros lugares más grandes como el mismo Marte, la
Gravedad ha sido insuficiente para retener una atmósfera apreciable.
Paisajes de la Tierra Prehistórica, lluvia de metano, ¿cuántas sorpresas más?
Titán tiene 5 150 Km de diámetro, es
la segunda luna mas grande conocida y supera en tamaño a Mercurio, pero
en comparación con nuestro planeta es un mundo en miniatura, por lo que
resulta excepcional algunas de las características en el halladas.
Orbita Saturno en 15,945 días a una distancia de 1 221 830 Km. Es
conocido desde 1655, cuando Huygens lo descubrió. De ahí que la NASA,
pusiera su nombre a la sonda que acompañó a la Cassini para investigar
Titán. Aunque está compuesto por rocas y hielos a partes iguales,
aproximadamente. De sus océanos de metano, ¿qué podemos decir? Sabemos
que es el único satélite del Sistema Solar que tiene una atmósfera
sustancial, de una gran densidad y que su composición es muy parecida a
la de la Tierra, ya que el elemento fundamental, como aquí, es el
nitrógeno. El papel secundario -aunque primordial- que en la Tierra
desempeña el oxígeno, le corresponde en Titán al metano y también se han
hallado trazas de hidrógeno. Se tienen muchas esperanzas de que, ésta
luna de características tan especiales, sino ahora, algún día más lejano
en el futuro podría contener formas de vida y, más adelante, incluso
ser un hábitat para nosotros.
La Huygens nos ha enviado imágenes más
que suficientes para poder estudiar el enorme conglomerado de datos que
en ellas aparecen y, tantos las fotografías como otros datos de tipo
técnico tomados por los censores de la Huygens y enviados a la Tierra,
tendrán que ser estudiados durante mucho tiempo hasta estar seguros de
muchos de los enigmas que con ellos podamos desvelar.
La verdadera incógnita de Titán está en
su superficie que aún, no se ha estudiado debidamente y, aparte de esos
océanos de metano, ¿podrían existir también océanos de agua?
Científicamente nada lo impide.
¡Ya veremos!