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Bienamados, los Jinetes del Cristo son aquellos que representan, en su Pureza y su Integridad, la fuerza del alma que, a la vez, ha sabido guardar los cuatro pies sobre la Tierra anclados en cada uno de los Cuatro Elementos, y se mantienen erguidos en Él, montándolos y casándolos con toda su Fuerza y con toda esta flexibilidad, que es la del junco que se levanta de la tierra casándose con el viento.
Ser mi Caballero es solamente andar a caballo sobre nada más que esta diligencia que consiste en casarse con la carrera de los Jinetes sueltos a toda velocidad, y no dejarse arrastrar por ellos. Ya que cuando asienta el trono en los Cuatro Jinetes, verdaderamente, realmente, entonces ese trono se vuelve una silla, el trono de Aquel que monta el Amor, y la barquilla de Aquella que se eleva en la Danza del Fuego del Amor.
El Caballero del Cristo abraza con la mirada toda la Creación y su galope es una carga que traspasa la ilusión. Esta Caballería ligera a la potencia del León que viene a rugir y mostrar su melena, en el recordatorio del maestro Semental, ya que los infantes deben acordarse que su marcha a pie solo es una marcha altanera, donde las huellas de sus pies se arrastran en la superficie. Y que solo marchan a los pies de las Madejas que sostienen el segundero del tiempo y la carrera de los siglos, cuyo desfile se detiene en el segundo donde el mecanismo de escape libera de su ronda las agujas del cuadrante, para que suenen a la Ronda, el fin del encierro del tiempo de vuestro mundo.
Entonces, la Caballería galopa, melena al viento, y el ruido de los cascos es el Reloj del Tiempo, nuevo, que reduce a nada la impostura donde dominaban los maestros cantores de guantes blancos, emanando el olor de la peste.
Entonces, el Caballo Blanco, maldito sea el que piensa mal, las tropas viene a encender de ardor, para que avancen y se lancen como una flecha lanzándose hacia el Cielo y volviendo a Tierra, para entonar su Canto que traspasa los Corazones.
Y el campo de batalla, entonces, se desinfla como un globo ilusorio que sus flechas vienen a reventar, desmontando la impostura de aquellos que solo tienen las riendas de la mentira, y poniendo fin al sueño de los pueblos dormidos para que se pongan de pie y vuelvan a retomar las riendas, para casarse con el viento que viene a llevarse todo lo que estaba delante de vuestra Eternidad.
Entonces, el Caballo blanco, montando el espacio-tiempo, se encabrita en un grito de inmenso Contento, que despierta a la Vida y en su Corazón ardiente los Hijos del Amor liberados de Satán, al que pisotea los hierros de sus cascos ardientes.
Entonces, Cristo Rey, resplandeciente de Luz, anuncia su Presencia a la humanidad entera, y se vuelve hacia el Padre en Caballero sirviendo para entregarle las llaves de las prisiones donde se pudren, en el fondo del Precipicio, aquellos cuyo encierro es la manera de vivir, para que en el fin de los tiempos solo permanezca la Risa cristalina de los Hijos de la Tierra reconquistada.
Yo soy CRISTO, y sello en este día la salida de Satán. Y pongo nuevamente en su silla a mis Caballeros Amantes para la última Cruzada que es poner en Orden y en la Cruz del Corazón a este mundo engañoso, para que ellos se unan a la Verdad donde ninguna sombra puede inmiscuirse para desviar los Corazones.
Yo soy CRISTO, y les digo: yo llego sobre mi Caballo Blanco para celebrar a coro la Alianza de los Corazones Ardientes, cuyo galope aplasta a los saboteadores bajo sus cascos marcando el Triunfo del Amor y de todos sus Hijos.
Yo los amo, y los honro en lo que se cumple en esta Fraternidad de los Corazones de los Caballeros Amantes, en este instante de Gloria, en la Vida eterna.
Fuente : www.accordanceaucoeur.com
Transmitido par Marc
Traducción: A.I.