Este
eclipse total de sol ocurre a las 9:47 GMT el 20 de marzo en el grado
final del zodíaco. Un eclipse aquí habla de conclusión a gran escala.
Las cosas que estaban al alcance de la mano y a las que no pudimos
acceder, desaparecen; las oportunidades pospuestas para un ‘mejor
momento’ se disuelven; las riquezas acaparadas pierden su valor. Este
grado del zodíaco lleva hasta su cierre grandes ciclos de tiempo y
cambio, temas y patrones de vida importantes.
Un eclipse aquí nos
recuerda que el cosmos tiene su propio itinerario, entretejiendo su
designio a lo largo de nuestras vidas con o sin nuestro consentimiento.
Estamos enfrentados con la elección de sincronizar nuestro reloj interno
del corazón con aquel de los cielos u ocupar nuestra propia zona de
tiempo – a veces en sincronización, a veces fuera de ella, luchando por
imponer nuestra propia programación al desenvolvimiento de la creación
sagrada. Las terminaciones que ahora enfrentamos, sean pérdidas,
decepciones o cierres liberadores, nos recuerdan la necesidad de una
alineación profunda y comprometida con la fuerza divina de aquí en
adelante, a medida que ésta se abre camino en nuestras vidas.
Los
ciclos que ahora terminan ofrecieron ciertos retos, oportunidades y
sabiduría emergente. Ellos requirieron de elecciones, cuyos resultados
distantes enfrentamos ahora. Los que se hicieron en alineación con el
imperativo evolutivo de despertar revelan nuevos inicios poderosos en el
horizonte cercano, que cristalizan mientras hablamos. El coraje que
tuvimos nos permitirá cosechar recompensas de libertad y paz profunda.
Las decisiones tomadas bajo el temor, desde un corazón a la defensiva,
revelan ahora el desvanecimiento de un yo futuro aun mientras lo
observamos: las oportunidades se perdieron, ya pasó el tiempo para la
acción. Podemos sentirnos apesadumbrados con culpa o arrepentimiento,
tristeza o dolor. Pero independientemente del dolor de este momento, hay
consuelo y esperanza a mano.
Este
eclipse nos conecta con el 1997, llevando a un cierre ciclos que
comenzaron entonces. Sea lo que la vida nos exigió en ese punto, el
cosmos ahora nos devuelve la respuesta que dimos. Al avanzar hacia el
amanecer de un nuevo milenio muchos hablaban de desastre, otros de
liberación.
La
vida adoptaba un sentido de urgencia y las energías que han puesto a
prueba al máximo nuestro temple en años recientes comenzaban a dejarse
sentir tentativamente. Un eclipse el 9 de marzo de 1997 liberó hacia la
conciencia colectiva una visión de finalización, de iluminación. Se
encendió una llama en la psiquis humana, más brillante que antes, que
nos llamó a acercarnos y a recordar nuestra faz original, justo visible
en las sombras danzantes. Se despertó un conocimiento más profundo en
muchos y su semilla se plantó en muchos más. Fuimos cambiados desde ese
momento aunque no lo supiésemos. Desde entonces nuestra tarea ha sido
saberlo, vivir íntimamente con lo divino, con el universo, la fuerza de
Dios. Para descubrir cuán profundamente somos guiados y dirigidos por
fuerzas cuya influencia se extiende mucho más allá de cualquier cosa
previamente conocida. En 1997 fuimos en verdad concebidos, en este
eclipse nacimos del mismo, austero e innegable, hermoso y nutricio, la
verdad en todas sus facetas y su gloria: riguroso y gentil, en la
oscuridad y en la luz.
No
den la espalda. Sea lo que vean en este momento, en la oscuridad
simbólica de un sol oscurecido, no den la espalda. Sea lo que sea, no
puede disminuir al yo auténtico interno. Este Yo Real tiene poder, tiene
peso. El desafía los propios cimientos de la vida tal como la
conocemos. El se niega a conformarse a nociones irreflexivas del bien y
el mal, a los dictados del valor y la valía que deshonra la riqueza
interna. El ve a través del artificio, se ríe frente a la vergüenza y lo
niega todo excepto la verdad valiente y hermosa. El mundo no está listo
para el Yo Real y así todo este emerge, en ustedes y en mí, en la
psiquis colectiva que se tuerce y da vueltas para acomodar un
conocimiento más profundo de que nada es lo que parece. El Yo Real
emerge cada vez que nos detenemos y esperamos, sintiendo la integridad
del momento, el ritmo profundo y pulsante del corazón unificado,
guardián de nuestro despertar colectivo. Crece en fortaleza y poder cada
vez que honramos su sabiduría por encima de todas las expectativas y
exigencias del mundo exterior que lo niega todo menos lo que se pueda
contar, comparar y negociar. El Yo Real sabe que el pensar nuestros
propios pensamientos es el único sendero a la libertad, mientras el
mundo sigue exigiendo una conformidad ciega y el Yo Falso concuerde con
ello.
El
poder de este eclipse solar eliminará los lentes de cristales rosados y
los velos que esconden la verdad. No podemos detenerlo ni podemos
elegir posponer nuestro propio despertar. Este – justo aquí, justo ahora
– es el final de la negación, el final del sacrificio, el final del
soslayar. Esta es la vida en toda su gracia terrible y su belleza
aterradora. Nacimos para esto: una confrontación visceral, ineludible,
innegable con el corazón de Todo Lo Que Es. Podemos saludar este eclipse
con pena o éxtasis, en libertad o ataduras, pero donde quiera que nos
encontremos estamos viviendo la vida configurada por las elecciones
hechas, los compromisos honrados, las promesas rotas y las traiciones
puestas en acción desde que el espíritu colectivo fue llamado al
despertar para no dormir más. Cada momento desde entonces ha sido un
paso en el sendero del despertar. Sea que esos pasos nos hayan llevado
más profundamente hacia la verdad o hacia las sombras, no tiene impacto
en su poder. Cada uno ha configurado quienes somos y la relación que
ahora tenemos con el yo auténtico y sagrado interno. Somos precisamente
lo que hemos provocado ser. El punto al cual hemos negado la verdad o
sacrificado su consecución en aras de seguridad revela el punto al cual
debemos cambiar ahora y crecer en formas aun más vitales y
transformadoras.
El
pasado se ha ido. Nunca este planteamiento fue tan cierto, porque las
segundas oportunidades – terceras y cuartas – se han disuelto todas. Las
oportunidades perdidas pueden no regresar. Tuvimos nuestra oportunidad e
hicimos con ella lo que creímos correcto. Ahora aquí estamos ante el
gran cierre de un ciclo cósmico, revisando la configuración del mismo en
nuestras vidas, invitados por el cosmos a una reflexión profunda en
cuanto a cuál es la mejor forma de avanzar a partir de aquí. Suelten:
sea arrepentimiento o culpa, dolor o tristeza por las oportunidades que
se han ido. No eran para ustedes o nosotros en esta vuelta. Hay nuevas
oportunidades que nos esperan del otro lado del sol oscurecido. Ellas
traen una promesa de sabiduría y esperanza de libertad de todo lo que
nos retuvo antes. El reloj cósmico continúa su tic-tac durante nuestro
despertar a medida que nuestros corazones se sincronizan para responder,
esta vez sin vacilación, escuchando el llamado de lo divino para
priorizar la verdad por sobre todas las cosas.
Sarah Varcas
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