Entonces habló Jesús, diciendo: “Ahora,
que ya sois embajadores del Reino de mi Padre, ingresáis en una clase
separada y distinta de todos los otros hombres de la tierra. Ya no sois
hombres entre los hombres, sino que seréis, entre las criaturas
ignorantes de este mundo en tinieblas, ciudadanos esclarecidos de otro
país, un país celestial. Ya no basta que viváis como habéis vivido antes
de este momento, sino que en adelante debéis vivir como lo que han
probado la gloria de una vida mejor y han sido enviados de vuelta a la
tierra como embajadores del Soberano de este Mundo Nuevo y Mejor.
Más se espera del maestro que del
alumno; del amor más se exige que del siervo. De los ciudadanos del
Reino Celestial, más es requerido que de los ciudadanos del gobierno
terrestre. Algunas de las cosas que estoy a punto de deciros os
parecerán duras, pero vosotros habéis elegido representarme en el mundo,
así como yo ahora represento al Padre; y como mis representantes en la
tierra, estaréis obligados a acatar las enseñanzas y prácticas que
relejan mi ideal de vida mortal en los mundos del espacio, y que
ejemplifico en mi vida terrestre de revelación del Padre que está en los
cielos.
Os envío a que proclaméis la Libertad a
los cautivos espirituales, la Felicidad a los que están encadenados por
el temor, y a que curéis a los enfermos, según la Voluntad de mi Padre
en los Cielos. Cuando encontréis a mis hijos en aflicción, hablad
palabras de aliento, diciendo:
“Bienaventurados los pobres de espíritu, los humildes, porque de ellos serán los tesoros del Reino del Cielo”.
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de rectitud, porque ellos serán saciados”.
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”.
“Bienaventurados los limpio de corazón, porque ellos verán a Dios”.
Y aún así, hablad a mis hijos estas otras palabras de consuelo y promesa espiritual:
“Bienaventurados los que están de luto,
porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que lloran, porque
ellos recibirán el Espíritu del regocijo”.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia”.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
“Bienaventurados los que son perseguidos
por causa de su rectitud, porque de ellos es el Reino del Cielo.
Bienaventurados seréis cuando os vituperen y os persigan y digan toda
clase de mal contra vosotros falsamente. Alegraos y gozaos porque grande
será vuestro galardón en los cielos”.
“Hermanos míos, así como yo os estoy
enviando, vosotros sois la sal de la Tierra, la sal con gusto de
salvación. Pero si la sal ha perdido su gusto, ¿con qué se le salará? Ya
no sirve para nada más que para ser arrojada y pisoteada por los
hombres”.
“Vosotros sois la Luz del Mundo. Una
ciudad asentada sobre un monte no se pude esconder. Ni tampoco se
enciende una Luz y se la pone debajo de un almud, sino sobre el
candelero y alumbra a todos lo que están en la casa. Brille así vuestra
Luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y los
guíe a glorificar a vuestro Padre que está en los cielos”.
“Os envío al mundo para que me
representéis y actuéis como embajadores del reino de mi Padre, y así
como salís para proclamar la buena nueva, poned vuestra confianza en el
Padre, cuyos mensajeros sois. No resistáis las injusticias por la
fuerza; no coloquéis vuestra confianza en el poder de la carne. Si
vuestro prójimo os golpea en la mejilla derecha, ponedle también la
otra. Preferid sufrir una injusticia a poner pleito entre vosotros. En
Bondad y con Misericordia ministrad a todos los desconsolados y a los
necesitados”.
“Yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
haced Bien a los que os odian, Bendecid a los que os maldicen, y Orad
por los que os ultrajan. Y todo lo que vosotros creáis que haría yo para
los hombres, hacedlo vosotros”.
“Vuestro Padre en los Cielos hace
brillar el sol sobre malvados al igual que sobre buenos; del mismo modo
él envía lluvia sobre justos e injustos. Vosotros sois los Hijos de
Dios; aún más, sois ahora los embajadores del Reino de mi Padre. Sed
misericordiosos, así como Dios es misericordioso, y en el eterno futuro
del reino seréis perfectos, así como vuestro Padre celeste es perfecto”.
“Se os ha encomendado para salvar a los
hombres, no para juzgarlos. Al final de vuestra vida terrestre, todos
vosotros esperaréis misericordia; por ello, os pido que durante vuestra
vida mortal mostréis misericordia hacia todos vuestros hermanos en la
carne. No cometáis el error de quietar la mota del ojo de vuestro
hermano cuando hay una vida en el vuestro. Quitad primero la vida de
vuestro ojo y así podréis ver mejor para quitar la mota del ojo de
vuestro hermano”.
“Discernid claramente la Verdad; vivid
sin temor la vida recta; y así seréis mis apóstoles y los embajadores de
mi Padre. Habéis oído que se ha dicho: “Si el ciego conduce al ciego,
ambos caerán al abismo”. Si queréis guiar a otros al reino, debéis
vosotros mismos caminar en la Luz clara de la Verdad Viviente. En todos
los asuntos del Reino os exhorto que mostréis juicio justo y Sabiduría
sagaz. No presentéis lo que es santo a los perros, ni hagáis los
culpables de echar vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que
pisoteen vuestras gemas y se vuelvan y os despedacen”.
“Os pongo en guardia contra los falsos
profetas que vendrán a vosotros vestidos de oveja, mientras por dentro
serán como lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Recogen los
hombres uvas de las espinas o higos de los cardos? Así pues todo buen
árbol da buen fruto, pero el árbol corrupto da fruto malo. Un buen árbol
no puede dar fruto malo, ni puede un árbol corrupto producir fruta
buena. Todo árbol que no da buen fruto ha de ser arrancado y arrojado en
el fuego. Para entrar al reino del Cielo, el motivo es lo que cuenta.
Mi Padre mira dentro del Corazón de los hombres y juzga por su deseos
íntimos y sus intenciones sinceras”.
“En el gran día del juicio del reino,
muchos me dirán, ¿No profetizamos en tu nombre y en tu nombre hicimos
muchas obras maravillosas? Pero yo me veré obligado a decirles, “Yo
nunca os conocí; apartaos de mi vosotros, falsos maestros”. Pero todo el
que escuche este encargo y ejecute sinceramente su misión de
representarme ante los hombres, así como yo he representado a mi Padre
ante vosotros, hallará entrada abundante en mi servicio y en el Reino
del Padre Celestial”.
Los apóstoles no habían oído nunca antes
a Jesús hablar de este modo, pues les habló como aquel que tiene
autoridad suprema. Descendieron de la montaña al atardecer, pero nadie
preguntó nada a Jesús.
Fuente: Extractos de Documento 140 – El libro de Urantía
En Amor y Servicio Incondicional,
Viviana Rodriguez Cortejarena – www.vivianarodriguez.com